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Gara > Idatzia > Mundua 2007-01-14
Dabid LAZKANOITURBURU
Kosovo, el eterno rehen
Casi un año después de que la ONU diera inicio a las negociaciones sobre el futuro de Kosovo, el proceso está aquejado de retrasos y de amagos para rebajar las promesas hechas en su día a la población albano-kosovar. Se diría que es el sino de los conflictos balcánicos. Pero tiene un responsable: La siempre desastrosa, o tardía, gestión por Occidente de las crisis que han asolado esta parte de Europa.

Tras decenios de represión serbia ­que incluyó un campaña de limpieza étnica­, después de seis años y medio como protectorado de la ONU y cuando está a punto de cumplirse en marzo el séptimo aniversario de los bombardeos aliados contra los Balcanes, el enclave de Kosovo sigue esperando que la llamada «comunidad internacional» despeje, de una vez por todas, su futuro.

Nada hacía presagiar, hace ahora un año, la actual situación de impasse, eterno sino del que parece que no pueden escapar todos los problemas políticos balcánicos.

El 20 de febrero de 2006, la ONU anunciaba oficialmente la apertura de las negociaciones directas sobre el futuro del enclave, habitado por 2 millones de personas, la gran mayoría de etnia albanesa y musulmanes.

La elección del ex presidente finlandés Martti Ahtisaari, experto mediador en conflictos (Suráfrica, Irlanda, Aceh) y conocedor de la problemática de la región, como enviado especial de la ONU ofreció entonces garantías sobre la resolución de un conflicto que, recuerdan los expertos, está en el origen de la crisis que llevó a Yugoslavia al cajón de la historia.

Ahtisaari comenzó su mediación con ímpetu renovado y con el objetivo de poner en vías de resolución al último conflicto ­con permiso de Bosnia­ vigente en la antigua Yugoslavia.

Viena fue el escenario elegido para la mesa de conversaciones. Consciente de la imposibilidad de acercar posturas ­los albano-kosovares reivindican la independencia de todo el territorio, cuestión tabú para Serbia y para su minoría en el enclave­, la ONU impuso a ambas delegaciones el debate sobre cuestiones como la descentralización y la protección del patrimonio histórico-artístico. Cuestiones ciertamente menores, aunque no tanto en un escenario que alberga a una minoría serbia (entre 50.000 y 80.000 personas) y en el que se erigen monasterios ortodoxos cuya trascendencia histórica y religiosa reclama Belgrado.

Meses de conversaciones embarrancaron a finales del pasado año por la oposición serbia a considerar siquiera la posibilidad de un Kosovo independiente en un futuro próximo; todo ello pese a las reiteradas promesas por parte del actual Gobierno kosovar de integrar a las minorías en el futuro país.

Expulsiones de ida y vuelta

Es innegable que los 200.000 miembros de minorías ­preferentemente serbios, pero también turcos y romaníes­ huidos del enclave tras la retirada serbia que siguió a los bombardeos de la OTAN pesan como una losa y son utilizados por el Gobierno de Belgrado. Un Gobierno que, paradójicamente, se reclama heredero del nacionalismo serbio que no dudó hacer lo propio y expulsó antes ­con la inestimable ayuda de los bombardeos aliados­ a cientos de miles de albano-kosovares.

Con todo, pocos se han podido sorprender por la oposición de Belgrado, que tras asistir resignado a la «pérdida» de Montenegro a mediados del año pasado ­y tras años de sufrir agra- vios por parte de Occidente, sobre todo en comparación con sus vecinos croatas­, se aferra a una concepción mítica que sitúa a Kosovo como el origen de Serbia para negar a su población su futuro.

En el contexto de esta estrategia, el Gobierno serbio sometió en otoño del año pasado a referéndum una Carta Magna que eleva a rango constitucional esta concepción mítica.

Almargen de que el Ejecutivo estuvo a punto de perder el referendo por falta de quorum ­votó poco más del 50% en una jornada electoral plagada de irregularidades­, lo que sí causó más sorpresa fue el posterior anuncio, por parte de Ahtisaari, de que retrasaba la presentación de su plan, prevista para antes de que terminara 2006­, hasta después de las elecciones legislativas serbias, anticipadas y convocadas el 21 de enero. Este plan debe ser luego refrendado por el Consejo de Seguridad de la ONU.

Diplomáticos occidentales justificaron el retraso en un intento de no polarizar los comicios en un país en el que los defensores más ultramontanos de «La Gran Serbia», el SRS de Vojislav Seselj, son la principal fuerza política.

El SRS, cuyo líder está actualmente encarcelado en La Haya en espera de ser juzgado por el Tribunal Penal para la Antigua Yugoslavia (TPIY), logró en las legislativas de finales de 2003 un 27% de los votos, convirtiéndose en la mayor fuerza en el Parlamento.

Desilusión con occidente

Y el apoyo a esta formación parece lejos de menguar. En las presidenciales del siguiente año, el sustituto de Seselj, Tomislav Nikolic, logró la primera posición en la primera ronda de las presidenciales, aunque fue vencido en segunda vuelta por el prooccidental Boris Tadic, quien se benefició de la movilización del voto útil.

Que la percepción de Occidente por parte de la mayoría de la población serbia está por los suelos es un hecho incontestable. Sin obviar la responsabilidad directa de la política de sus líderes, entre ellos el finado ex presidente Slobodan Milosevic, Serbia se convirtió en la década de los noventa en el «país paria» en Europa y fuente de todos los males.

En el contexto de su política para controlar todos los Balcanes ­protagonizada en su día por Alemania, que lideró una estrategia que tuvo mucho que ver con la desintegración de Yugoslavia­, la UE prometió a finales de los noventa el oro y el moro a los serbios a cambio de que accedieran a desembarazarse de Milosevic.

El alzamiento de 2000 que acabó con su régimen, la primera de toda una serie de «revoluciones de colores» auspiciadas por Occidente, ha resultado un fiasco y anticipó los posteriores fracasos de experiencias similares en Georgia, Ucrania y Kirguizistán.

Con el cadáver de Milosevic ­muerto en su celda de La Haya­ aún demasiado caliente, Serbia sigue sin entregar al TPIY a los responsables del genocidio bosnio, Ratko Mladic y Radovan Karadzic, con lo que incumple una de las principales exigencias formales de la UE para un acercamiento.

Ello no ha impedido que la OTAN ­intereses militares mandan­ haya lanzado un guiño a Belgrado abriéndole la puerta, en la cumbre de Riga de diciembre del año pasado, a su Asociación para la Amistad, antesala para un futuro ingreso en esta alianza militar.

Consciente de la «mala conciencia» en determinados sectores de la UE y envalentonado por el gesto de la OTAN, el Gobierno serbio ha pisado el acelerador e insiste en la fórmula «más autonomía, pero nunca independencia» para Kosovo.

Pero no es la «mala conciencia» lo único que explica la creciente actitud dubitativa y dividida en el seno de la UE. Serbia siempre tuvo sus aliados en el Occidente europeo, caso del Estado francés. En estos meses, Alemania ­que ostenta la Presidencia de la UE­ Italia, el Estado español, Grecia e, incluso, Rumanía se han significado por su acercamiento a las tesis serbias y por su defensa de dar más tiempo a la cuestión.

Reservas

A las tradicionales cuestiones de geopolítica se suman, en más de un caso, reservas sobre la posibilidad de que un Kosovo independiente abra la Caja de Pandora de similares reivindicaciones en sus fronteras.

No se puede olvidar que la posición oficial de la jurisprudencia comunitaria consistió, en los Balcanes, en reconocer la independencia a enclaves reconocidos previamente como repúblicas en la Yugoslavia autogestionaria de Josif Broz, Tito. No fue el caso de Kosovo ­tampoco el de la Vojvodina­. El histórico líder yugoslavo impulsó su reconocimiento de facto ­fueron elevadas en 1974 a provincias autónomas­, pero tras su muerte, Milosevic volvió a atarlas al yugo serbio.

Fuentes diplomáticas comunitarias justifican, a su vez, la timidez de Bruselas en la amenaza, por parte de Rusia, de que impondría su veto en el Consejo de Seguridad a una eventual resolución que reconozca la independencia de Kosovo. De haber aceptado una solución realista sobre este conflicto, la Rusia de Putin ha pasado a amenazar con reivindicar soluciones similares para sus aliados de Transniéster (Moldavia), Abjasia y Osetia del Sur (Georgia).

Repunte de la rusia de Putin

Aunque es indudable que la Rusia de los últimos años ­con la creciente importancia, y precio, de los hidrocarburos­ no se puede comparar con laque tuvo que tragar el sapo de la entrada de la OTAN en Kosovo, parece aventurado pensar que Moscú pudiera hacer primar su histórica alianza con la ortodoxa Serbia a costa de desafiar a Occidente, sobre todo a EEUU, por la cuestión kosovar. Otro tanto se puede pensar respecto a China, que en los últimos días ha agitado la amenaza del «secesionismo» del Turkestán Oriental (pueblo uigur).

Como apunta International Crisis Group (ICG) en su último informe, una posición unitaria y valiente de la UE podría cortocircuitar cualquier posible veto en la ONU.

Frente a esta solución, crecen las voces en la UE favorables, incluso, a esperar hasta la formación del Gobierno serbio o también al resultado de las más que previsibles presidenciales en Serbia. Tampoco falta quien pide a Ahtisaari que rebaje sus planes iniciales, que consistían en presentar un plan que blinde, aún sin nombrarlo explícitamente, un gradual proceso a la independencia de Kosovo.

Las crecientes trabas al proceso han encendido ya todas las luces rojas en la población albano-kosovar. «Nada de lo que hacemos es suficiente. Siempre piden más», se quejó recientemente un responsable político del Gobierno de Pristina. Una queja no exenta de nervios, toda vez que la situación está reforzando a los sectores más proclives a declarar unilateralmente la independencia. La organización Vetevendojse (Autodeterminación) protagonizó el 28 de noviembre del año pasado unas protestas que acabaron con el apedreamiento de la sede de la ONU y de oficinas gubernamentales en Pristina.

En diciembre pasado, comandos armados no identificados pusieron controles en carreteras de Kosovo. Ex combatientes de UÇK (guerrilla que luchó contra Serbia en los noventa) han advertido de que responsabilizarán a sus políticos de un fracaso del proceso.

Contribuye a ello la mala gestión del Ejecutivo, en manos del dividido LDK, del histórico líder «pacifista» Ibrahim Rugova, muerto en enero de 2006. Justo es reconocer que la situación de protectorado que sufre el enclave no es la más idónea para avanzar en la profundización del gobierno. Al contrario.

Todo ello sin olvidar la irresponsabilidad de los principales líderes de la minoría serbia en Kosovo, que agitan el fantasma de la partición, tal y como hicieran sus hermanos serbios en Bosnia tras la guerra de 1995.

Auge del panalbanismo

En la mente de todos están los sangrientos enfrentamientos intercomunitarios de 2004 en Mitrovica ­donde serbios y albaneses están separados por un puente­, que dejaron un saldo de decenas de muertos.

Internacional Crisis Group va más allá y recuerda que en caso de que no se satisfagan las aspiraciones albano-kosovares el efecto podría ser un reforzamiento de las tesis panalbanesas e, incluso, para el despertar de un islamismo radical. La primera opción no resulta tan descabellada, teniendo en cuenta los relativamente recientes levantamientos armados de los albaneses en Macedonia y en los valles de Presevo, Medvedja y Bujanovac, tres valles fronterizos en manos de Serbia.

Pese a ello, la principal formación política heredera de UÇK, el PDK de Hashim Taçi, ha tratado de calmar los ánimos recordando que «la independencia vendrá de las instituciones, no de las calles».

Dado que todos están de acuerdo en que la situación actual es ya insostenible, que venga de uno u otro lado o que los vientos de guerra vuelvan a asolar los Balcanes, depende de la «comunidad internacional» y, específicamente, de la actitud de Occidente. Un Occidente que, tras haberse ensañado con Serbia, puede cometer el error de hacérselo pagar de modo retardado a los albano-kosovares.

ICG recuerda que «la hora de Kosovo ha llegado» y que no hay margen para seguir contemporizando. Dejarla pasar sería una irresponsabilidad» y podría reabrir las puertas del infierno en los Balcanes. -


 
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