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Unai Ziarreta Secretario general de Eusko Alkartasuna

La jaula

Chocamos una y otra vez contra los barrotes porque la jaula se nos ha quedado pequeña. La puerta, sin embargo, sigue cerrada, pero no será por mucho tiempo, porque somos muchos, cada vez más, los que queremos volar fuera

Decía el dictador que España era una unidad de destino en lo universal, frase grandilocuente que, la verdad, nunca he sabido qué significaba en realidad. La Constitución hoy vigente insiste en que su fundamento es «la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles» (art. 2) y, por si acaso alguien osa desviarse de la senda marcada, encarga al Ejército la misión de «defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional» (art. 8). En este escenario nos movemos los vascos, dentro de esos límites y haciendo uso de competencias reconocidas en un Estatuto de Gernika que a día de hoy sigue sin ser cumplido en su integridad por los sucesivos gobiernos españoles, con lo que demuestran que nuestro régimen estatutario es para ellos de segunda división y que respetarlo o no es algo meramente coyuntural que está en función de los intereses particulares del partido gobernante en Madrid en cada momento histórico.

Este y no otro es hoy por hoy nuestro campo de juego, nuestros límites, los barrotes de esta jaula que para los vascos es el Estado español. Una jaula grande, cierto es, si tomamos en consideración nuestras competencias y nuestro grado de auto- nomía, alpiste, siguiendo con el símil, que nos dan y nos quitan desde Madrid según interese. Una gran jaula, sí, pero una jaula al fin y al cabo. Una jaula con la puerta cerrada que nos impide volar solos si así lo decidimos. Es bueno que lo tengamos siempre presente; de lo contrario corremos el riesgo de olvidarlo mientras volamos entre los barrotes embargados por una falsa sensación de libertad. Hasta renunciar incluso a abrir la puerta de la jaula deslumbrados por la cantidad de alpiste con que, en función de las diferentes coyunturas, nos pueden llegar a nutrir desde Madrid. Porque, para qué negarlo, en Euskal Herria también hay quienes aceptan de buen grado los barrotes a cambio de determinadas comodidades.

Volad libres dentro de vuestra jaula, vienen a decirnos. Una contradicción en sí misma, asumida por unos y oculta durante años a los ojos de otros. Hoy, en cambio, sólo quienes prefieren cerrar los ojos no ven los barrotes de la jaula, dorada para algunos pero comida por el óxido para la mayoría de nosotros. Los acontecimientos de los dos últimos años, desde la aprobación del Nuevo Estatuto Político en el Parlamento Vasco, han puesto los barrotes a la vista de todos, también de quienes durante años han volado dentro de la jaula sin rozarlos siquiera, sin sentir su presencia. Hoy todos vemos la jaula; vemos claros y nítidos los barrotes y los límites que nos imponen; nos vemos dentro de ella. Y se lo debemos -y doy las gracias por ello- a quienes en el Congreso de los Diputados respondieron con un portazo lleno de desprecio a la propuesta de convivencia aprobada por nuestro Parlamento, a la voluntad de la ma- yoría de la sociedad vasca. Y se lo debemos también a quienes en nombre de esa Justicia injusta criminalizan y procesan al lehendakari, al primer representante de los vascos, por levantar la bandera del diálogo como único método de resolución de todo conflicto. Han despertado las conciencias de muchos que hasta ahora no habían sentido su voluntad enjaulada. Se debilitan al mismo ritmo que nosotros, los que reivindicamos la caída de todas las barreras, nuestro derecho a volar solos, nos fortalecemos. Su intolerancia es nuestra fuerza.

Hoy los vascos volamos muy cerca ya de los barrotes, demasiado para lo que las estructuras del Estado nos han tenido reservado durante todos estos años. Chocamos una y otra vez contra los barrotes porque la jaula, definitivamente, se nos ha quedado pequeña. Nos ahoga. La puerta, sin embargo, todavía sigue cerrada pero no será por mucho tiempo porque somos muchos, cada vez más, los que queremos volar fuera.

El proceso es irreversible pero que llegue a buen término no dependerá sólo de quienes tienen la llave de la jaula, sino que lo hará principalmente de nosotros mismos, de que tengamos suficiente capacidad y convicción como para llevar hasta el final, unidos y siempre de manera democrática, nuestras legítimas reivindicaciones, nuestro derecho a volar solos. Tenemos que estar preparados para soportar todo tipo de ataques y también para rechazar ofrecimientos e invitaciones que serán generosas en apariencia pero que sólo buscarán desviarnos de nuestro camino. Ofertas de competencias y transferencias como si fueran raciones de alpiste con las que entretenernos durante otra buena temporada para hacernos olvidar que seguimos dentro de la jaula y que volamos entre barrotes. Cantos de sirena para llevarnos al camino de la comodidad particular. Sólo lograremos que nos abran la puerta si no flaqueamos y nos mantenemos firmes en nuestros principios y en nuestro compromiso con el derecho a decidir de la sociedad vasca. Si nos vence la tentación, seguiremos volando dentro de una jaula con la puerta cerrada. Tengámoslo presente.

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