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Retoque constitucional antes de las elecciones

Versailles acogió ayer el último Congreso de la actual legislatura presidencial francesa que es también el último pleno bajo mandato de Jacques Chirac. Las dos cámaras se reunieron, por tanto, en un contexto marcado por las elecciones, lo que a la postre pesó más bien poco en la solemne sesión con la que el presidente conservador trataba de despedirse en calidad de gran modernizador de la Carta Magna.

Desde que fuera aprobada en 1958, la Constitución francesa no ha sido modificada en profundidad, o no al menos en los capítulos que afectan a la configuración de la República y a los derechos de los pueblos y culturas que esa Carta Magna niega de plano. Ajena a la diversidad cultural y a los diferentes sentimientos de pertenencia, y ajena también a los cambios derivados del pasado colonial, la Constitución francesa persiste en mantener un espíritu monocromático que para nada se matiza con las últimas leyes de descentralización.

En este sentido, Chirac se despide con el compromiso de inmutabilidad intacto, en consonancia con sus antecesores, tanto de derecha como de izquierda. A dos meses para las elecciones, la campaña electoral no alcanza para nada al dossier territorial y, en consecuencia, no se escuchan propuestas susceptibles de alterar de verdad el modelo constitucional. A partir de ese acuerdo tácito, es más fácil entender el consenso escenificado ayer en cuestiones simbólicas, como la pena de muerte -abolida desde 1981- y en materias «técnicas» como el censo de Nueva Caledonia, fijado por los Acuerdos de Nouméa (1998). Sin embargo, en plena campaña parecía mucho pedir un aplauso colectivo a la enmienda sobre la inmunidad del presidente. El PS le regaló una abstención y, aunque con menos votos, Chirac ganó incluso esa votación, sin duda de gran valor simbólico para alguien que se ha caracterizado por usar el cargo para no rendir cuentas ante los jueces.

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