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Tres estaciones para una solución: Anoeta, Uztaritze y Anaitasuna

La izquierda abertzale ha puesto en las manos de la sociedad vasca una propuesta para superar el conflicto político. No se trata de una iniciativa más que sumar a la por lo demás prolífica literatura política acuñada en las últimas tres décadas por la izquierda abertzale. Nos encontramos ante una iniciativa que alcanza un grado de concreción muy importante, ya que viene a especificar con claridad cuáles son los mínimos necesarios para que Euskal Herria salga del túnel del conflicto y alcance un nuevo estatus en el que se reconozcan todos los derechos individuales y colectivos.

No es posible calibrar el alcance de la iniciativa presentada ayer en Iruñea sin mirar hacia atrás. En el pasado más lejano aparecen enunciados como la Alternativa KAS o el proyecto de Estatuto Nacional de Autonomía; en las referencias más cercanas la vista se detiene en dos escenarios fundamentales: Anoeta y Kiroleta. Fue en el polideportivo donostiarra en el que se expuso la metodología que debería permitir alcanzar un acuerdo para la superación del conflicto. Esa metodología, en base a la doble vía de diálogo, es hoy comúnmente aceptada. Recordémoslo, el método sitúa dos marcos de negociación, uno entre ETA y el Gobierno español y otro entre los partidos y agentes vascos en general. A estos últimos corresponde protagonizar el proceso de elaboración del acuerdo que permita alcanzar un escenario de paz y democracia. Sobre la base de ese método, la izquierda abertzale ha venido trabajando estos años en la dotación de contenidos, en la definición de esa vía abierta en Anoeta. De esa reflexión emana la iniciativa ahora presentada en un acto que tuvo dos antesalas fundamentales: la primera en el frontón Kiroleta de Uztaritze, el 29 de enero, y la segunda el 7 de febrero en Donostia. En Uztaritze se enunció una propuesta destinada a los agentes de Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa en la vía de exigir al Gobierno de París que respete los derechos de estos territorios. La iniciativa postula una autonomía. Por su parte, la comparecencia de la comisión negociadora de la izquierda abertzale en Donostia servía para esbozar esos mínimos sobre los que construir la solución al conflicto político. El aspecto más resaltado de esa propuesta es un modelo de transición que en lo territorial se concreta en un marco común para los cuatro territorios del sur del país.

Derechos y organización territorial

Como resultado de esa doble iniciativa se dibuja un espacio de autonomías en paralelo a ambos lados de los Pirineos, lo que permite fijar un horizonte de institucionalización nacional. Porque habrá que concluir que tan democrático es comprometerse a partir de los marcos actuales como abogar por un marco que reconozca a Euskal Herria como nación y que permita a este pueblo, si ése es su deseo, conformar un estado en Europa.

Tras presentar a la sociedad ese doble diseño de institucionalización, que parte de la premisa estrictamente democrática de que los ciudadanos vascos deben poder decidir el marco en el que desean vivir, todo ello en un escenario sin violencia y sin injerencias, la izquierda abertzale aportaba en su cita en el Anaitasuna concreciones decisivas en relación al proceso de resolución.

Los derechos son la llave que se ofrece para entrar en un nuevo tiempo político en el que sea posible que los vascos y las vascas puedan disponer de todos los derechos que se definen en los tratados internacionales. Los derechos individuales, todos, se defienden en plano de igualdad. Y junto a ellos, e inseparablemente, aparecen los derechos colectivos, los que corresponden a cualquier nación y, por tanto, a la nación vasca. Si en Anoeta se dibujaba la doble vía de diálogo y acuerdo, en Anaitasuna se da contenido a esa propuesta de solución, y se hace reposar el acuerdo que permitiría dejar atrás el conflicto sobre el reconocimiento de los derechos, incluido el derecho de autodeterminación, y sobre la configuración territorial, que parte de lo actualmente existente para desde ahí fijar un marco transitorio que habilite el derecho de decisión en los siete territorios.

La izquierda abertzale ha sido capaz de esbozar en los últimos tres años primero un método de solución y ahora el contenido básico de un acuerdo para la solución del conflicto. Cuando este sector político tiene seriamente limitados sus derechos políticos, esa aportación merece, como poco, ser observada con respeto. A partir de ahí, cabe remarcar que el método y el contenido propuestos encajan sin mayores problemas en lo que se denomina el juego democrático. En este sentido se asume que el punto de partida está en la realidad existente, pero se plantea un mero ejercicio democrático: las vascas y los vascos de todos los territorios deben poder elegir su futuro, en un proceso en el que no caben las injerencias, las intromisiones, la imposición. En un proceso sujeto a las reglas de la democracia. En un proceso exento, por tanto, de toda forma de violencia.

La estación de partida que fijó Anoeta alcanza ahora una estación de tránsito, llamada Anaitasuna, desde la que la izquierda abertzale plantea alcanzar un escenario nuevo, esa estación central en la que todos los proyectos políticos puedan no sólo defenderse sino también materializarse. Incluido el proyecto del independentismo.

No estamos ante un diseño definitivo, sí estamos ante una propuesta que pone un suelo al acuerdo. Si nos atenemos a lo escuchado ayer en Iruñea, la definición y la concreción del compromiso que permitiría superar el conflicto depende ahora de todos los agentes vascos. Anoeta puso el método, Anaitasuna aporta un guión, pero queda redactar ese compromiso global de solución. A partir de ahora se impone la lectura reposada, la reflexión, porque no estamos ante un ejercicio de propaganda o ante una oferta construida para una coyuntura electoral. La izquierda abertzale plantea bases para que acabe el enfrentamiento en este país, para sellar una paz justa y duradera. Y eso es algo muy serio.

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