GARA > Idatzia > Kolaborazioak

Jatabi Latif Traductor y filólogo

Confesiones de un vasco-amazigh

El ambiente que he encontrado a lo largo de todos los años que llevo en esta tierra, el trato que recibo de las personas vascas, me hacen sentir la seguridad de estar en un pueblo con el que comparto muchos valores humanos. Y esto seguro que la llave es la lengua de este pueblo: el euskara

Uno de los pilares fundamentales que forman la identidad de un pueblo es su idioma. Cada grupo humano, desde su existencia, canaliza la comunicación entre sus miembros a través de un conjunto de signos que obedecen unas normas sobre las cuales se ponen de acuerdo los miembros de este grupo humano. Este conjunto de signos es lo que denominamos «lengua».

Yo me atrevo a decir que la lengua es el carné de identidad de las personas. Y esto se percibe claramente cuando compartimos espacio con personas que pertenecen a grupos humanos diferentes al nuestro y utilizan un sistema de comunicación diferente al nuestro.

A través de la lengua se trasmiten ideas, opiniones, sentimientos y se canalizan las relaciones entre las personas. De modo que estoy dejando muy claro que, a mi juicio, la lengua es un bien común maravilloso que permite algo tan hermoso como es trasmitir, comunicar, entenderse, compartir y convivir. Un bien común de todo un pueblo; con sus ricos y sus pobres, sus sanos y sus enfermos... etc.

Con estas evidencias en la mente, llego al País Vasco en septiembre de 2002 y me instalo entre las personas del grupo humano vasco, en Bilbao. Y, por su- puesto, la necesidad de conocer a este pueblo y su gente, su historia, su comportamiento, su temperamento y su cariño me ha ayudado a decidir, enseguida, un mes después, apuntarme para aprender el vehículo de comunicación que utiliza este pueblo: el euskara.

Esto no ha sido tan sencillo para mi persona, ya que he chocado contra una realidad que no me lo ha puesto fácil. Tuve que recorrer todo el mapa educativo y los centros de enseñaza de Bilbao, para aterrizar al final en las puertas de una institución que ganó mí confianza desde el primer día que pisé su interior: el euskaltegi.

La bienvenida y el ánimo de las personas que trabajan en esta institución me ha hecho sentir enseguida que estoy en mi segunda tierra. La determinación y el calor humano de las personas integrantes de esta institución me enlazaron de forma inmediata con mi lengua, con mi cultura, y percibí desde el primer momento las similitudes de las situaciones en las cuales viven las dos lenguas. Los vocablos «promoción de la lengua», «derechos lingüísticos», «competencia lingüística»... me enlazaron de modo extraño con mi lengua y mi cultura donde se utilizan estos conceptos hace años: la lengua Amazigh, que vive la misma situación en el norte de Africa.

La decisión de instalarme entre las personas del pueblo vasco no es resultado de ninguna coincidencia, sino que, en nuestro mundo norteafricano, se conocen de modo cercano y se siguen con interés las teorías publicadas que enlazan la lengua vasca con la amazigh.

De veras, y sin ningún tipo de exageración, el ambiente que he encontrado al principio de este aprendizaje y a lo largo de todos los años que llevo en esta tierra, el comportamiento y el trato que recibo de las personas vascas, me hacen sentir más la seguridad de estar entre un pueblo con el que comparto muchos valores humanos. Estoy seguro, y de modo contundente, de que la llave para compartir conmigo estos sentimientos y pasar por lo que he visto y he sentido estando en las tierras de los vascones y entre el pueblo vasco es la llave mágica, la lengua de este pueblo: el euskara.

Muchas personas que van a leer estas palabras pensarán que me estoy pasando. Pero yo os confieso que mi esfuerzo para aprender el euskara me ha brindado muchas oportunidades para sentirme un miembro más de este pueblo. Oportunidad para entrar y compartir un espacio mágico: el espacio de una familia euskaldun. En el mismísimo botxo: Bilbo, pero también en Busturia y demás pueblos de Euskadi. Y no es para pediros ser ex- perimentalistas o pediros que acudáis a un caserío para practicar el euskara en el seno de una familia vasca, sino para deciros que el aprendizaje del euskara es una llave que abre las puertas para vivir otra oportunidad que te puede brindar la vida. Aprender euskara tampoco es pedir ser un experto de prosa o en bertsos, es simplemente intentar comunicar mejor con la gente en su lengua, a través de la cual se estrechan más lazos, se conoce mejor y, sin duda, conseguir la buena convivencia y el respeto mutuo.

Por otro lado, confieso que, en el puzzle lingüístico de la vida cotidiana de Euskadi me enfrento a reacciones diferentes, de parte de personas tanto autóctonas como las que proceden del extranjero. En ocasiones, son reacciones negativas, reacción normal, que a veces es resultado de sentimientos de envidia de algunas personas que no valoran la hermosura del idioma a la hora de manejarlo; pero, otras veces, percibo el respeto de quienes valoran el esfuerzo que puede hacer una persona en una situación como la mía.

Para concluir, hago esta última confesión: el hecho de aprender idiomas en general, y saborear la diferencia entre un idioma y otro, entre una cultura y otra, crea una sensación y una satisfacción que, cada vez, me cuesta encontrar en todas las lenguas que manejo un vocablo adecuado que puede trasmitir con certeza la intensidad de esta sensación. Brindar una parte de nuestro esfuerzo al aprendizaje del euskara es un brindis que el euskara mismo nos devuelve para abrazarnos e invitarnos a conocer mejor la cultura, la historia y la identidad del pueblo vasco. Y no hay mejor oportunidad que estas fechas para animarse e inscribirse en un euskaltegi. Seguro que sería un paso valiente hacia un mundo diferente.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo