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El Ejército birmano intensifica la represión en las calles y templos

La escala represiva en Myanmar va en aumento. El Ejército volvió a reprimir con dureza las manifestaciones, cobrándose la vida de, al menos, diez personas, entre ellas, un reportero gráfico de Japón. Los soldados hicieron uso de sus fusiles y ametralladoras al tiempo que lanzaban gases lacrimógenos. Durante la noche, asaltaron varios monasterios budistas, deteniendo a unos 800 monjes. Ya de día, entraron en un hotel en busca de periodistas extranjeros.

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Al menos diez personas, entre ellas, un monje y un fotógrafo japonés, murieron ayer en Rangún por disparos del Ejército birmano. El Ministerio de Exteriores nipón identificó al reportero gráfico como Kenji Nagai, de 50 años, y trabajador de la agencia APF News, con base en Tokio. Nagai viajó a Myanmar el martes en una visita de una semana. El ministro de Exteriores, Masahiko Komura, subrayó que Japón considera a la Junta Militar responsable de la muerte de Nagai. Adelantó que presentarán una protesta formal además de exigir una investigación.

Imágenes fotográficas mostraron a Nagai tirado en el suelo durante una manifestación y apuntado por un fusil. Según relataron testigos, los soldados dispararon con ametralladoras contra una multitud cerca de un puente en el río Pazundaung, al este de la capital. Además, en vehículos militares, patrullaron la ciudad advirtiendo a la gente que «en dos minutos» debía dispersarse o disparando si previo aviso. Según algunas fuentes, hasta 70.000 personas se movilizaron en el centro de Rangún al grito de «Venceremos» hasta que los militares hicieron uso de sus fusiles y lanzaron gases lacrimógenos.

En las cercanías de la pagoda de Sule, convertida en un punto emblemático para los manifestantes, arremetieron contra varios miles de personas que se incorporaron a una sentada para apoyar los cánticos de un grupo de monjes. En medio del caos, el diario oficial «La Nueva Luz de Myanmar» salió a la venta con una editorial en la que acusó a la prensa extranjera de publicar «un cielo de mentiras».

Horas después, un destacamento militar entró en el hotel Traders. Hizo registros habitación por habitación en busca de periodistas extranjeros que han entrado en el país haciendo uso de visados de turista.

Entretanto, activistas opositores repartieron octavillas instando a la gente a unirse a las protestas y a demostrar su solidaridad con los religiosos. Al atardecer, los soldados abrieron fuego desde dos frentes contra miles de manifestantes en el distrito de Tamwe. «Ha habido muchos disparos, pero no sabemos cuánta gente ha muerto. Es una situación terrible, pero cada vez se unen más a las protestas», manifestó un testigo.

Los enfrentamientos, detenciones y actos represivos no sólo se sucedieron durante el día. En la noche del miércoles al jueves, los soldados tumbaron las puertas de seis monasterios en Rangún, arrestando a 800 monjes. El templo de Ngwekyaryan, por ejemplo, amaneció en medio de cristales rotos, casquillos de balas y charcos de sangre.

La ofensiva militar también fue dirigida contra miembros de la Liga Nacional por la Democracia (LND), cuyo portavoz, Myint Tehint, fue detenido.

En los dos últimos días, al menos, 15 personas han muerto al ser alcanzadas por disparos o por golpes, los heridos se aproximan a 200 y se han practicado más de mil detenciones.

ANTE EMBAJADAS

Las protestas contra la Junta Militar no se limitaron a Myanmar. Numerosas personas se concentraron ante las embajadas birmanas en Sidney, Tokio, Bangkok y Londres.

El Consejo de Seguridad evita la palabra condena por el rechazo chino

Las reacciones a nivel internacional se multiplicaron un día más. El Consejo de Seguridad de la ONU pidió «contención», aunque evitó una condena por el rechazo de China, con fuertes intereses en Myanmar. Su Ministerio de Asuntos Exteriores invitó a todas las partes a «manejar el asunto adecuadamente» y a la prensa a «no exagerar».

Mientras, los países de la UE encargaron a la Comisión Europea una «lista de posibilidades» para hacer frente a la Junta Militar. Y, al igual que George W. Bush, el primer ministro de Australia, Jon Howard, anunció sanciones financieras. GARA

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