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ANÁLISIS Fraude electoral en Kenia

Tan sólo un trozo de la historia

Las playas de fina arena, un océano de aguas azules, inmensas reservas de animales... convierten a Kenia en el perfecto destino de buena parte del turismo de lujo. Sin embargo, detrás de esta paradisíaca postal, hay un alto grado de corrupción, rivalidades políticas y pobreza.

Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

La mayoría de los candidatos han debatido y defendido sus posiciones en un abanico de temas. Sin embargo, nada más cerrarse las urnas, los dos candidatos mejor situados, el presidente Mwai Kibaki, y el líder opositor Raila Odinga han agitado los fantasmas étnicos para defender su triunfo en las elecciones. Al mismo tiempo, los seguidores de uno y otro se han lanzado a la calle en defensa de los argumentos de sus respectivos dirigentes.

Desde Occidente no se ha perdido el tiempo en acusar directamente de todos los males que asolan a Kenia a las demandas étnicas. En un discurso interesado y simplista, muchos analistas nos presentan la actual crisis como un enfrentamiento entre los miembros de la etnia Luo (como Odinga) y los Kikuyu (a la que pertenece Kibaki).

Sin embargo, la violencia va más allá. A lo largo de la historia se han sucedido los conflictos étnicos. Por un lado se ha enfrentado los «guerreros» Kalenjin con los Kikuyu. Posteriormente los Kikuyu, junto a los Luo y Luhya, pelearon contra los Masai y los Kalenjin. Aquí podemos encontrar una de las raíces de los conflictos actuales, el enfrentamiento de dos tipos de vida muy ligados a la propiedad y el control de la tierra. Mientras que los Kikuyu, Luo y Luhya eran agricultores, los segundos eran principalmente pastores.

En este contexto, la aparición del colonialismo supuso una acentuación de las diferencias étnicas. Siguiendo el manual colonial, los británicos realizaron divisiones territoriales arbitrarias, despreciando los espacios étnico-geográficos tradicionales, todo ello en la línea del famoso «divide y gobierna».

Un ejemplo de esta política colonial está en el valle del Rift, donde hasta la llegada de las fuerzas coloniales, el pastoreo era la forma de vida de la región Masai y Kalenjin. Tras los colonialistas, éstos impusieron el desplazamiento de los habitantes locales, sustituyéndolos por miembros de otras etnias, más habituados a la agricultura y más preparados para desarrollar la economía agraria y el sistema de cultivos impuesto desde la metrópolis.

Tras la etapa colonial, llega la llamada fase neocolonial, donde las nuevas elites políticas se dedicaron a utilizar los resortes del colonialismo para lograr afianzarse en el nuevo poder.

En estos años se produjeron cambios en las alianzas. Así, del pacto entre Kikuyus y Luos se pasó a la alianza de los primeros con otras etnias minoritarias, especialmente, los Kalenjin.

Es también en esta nueva fase donde encontramos otra clave para entender mejor el conflicto: La utilización política de las elites de la división étnica.

El favoritismo político ha sido una tónica general con los tres presidentes, que conscientes de la imposibilidad de gobernar con el apoyo de una sola etnia, lograban acuerdos con otras, aunque mantenían los privilegios para los de la suya.

Esto ha ocurrido con Kenyatta (kikuyu), con su sucesor, Moi (kalenjin) y con el actual presidente Kibaki (kikuyu), y si finalmente Odinga (luo) es el vencedor, ocurrirá lo mismo.

La situación de Kenia, considerada «un oasis de estabilidad en una región muy volátil» puede llegar a su fin. Washington siempre ha apoyado al régimen del país, consciente del papel tapón que juega en la región, además del apoyo a la «guerra contra el terror» que Nairobi brinda a EEUU. Sin embargo, el gran número de refugiados de otros estados, los movimientos migratorios internos, la presencia de grupos armados vecinos y las propias divisiones entre estados pueden agravar aún más la situación.

La importancia geoestratégica del país para EEUU ha quedado patente esta semana; los tres canales de televisión más importantes dedicaron gran parte de su programación informativa a los disturbios en Kenia, compitiendo con la muerte de Bhutto en Pakistán. Algo inédito si tenemos en cuenta que las noticias internacionales apenas suelen ocupar tres minutos de los informativos.

Algunos analistas apuntan al peligro que corre Kenia de acabar siguiendo los pasos de Costa de Marfil. Mientras tanto, algunas lecturas interesadas sobre los procesos electorales en África nos presentan a éstos como situaciones llenas de manipulaciones, como si eso no se diese en las democracias occidentales, donde los gobiernos no dudan en adelantar las elecciones oportunamente o reformar los distritos electorales en beneficio propio, e incluso utilizar la economía del país.

Las elites de Kenia no dudan en movilizar a sus seguidores bajo la bandera étnica para lograr beneficios políticos, buena parte de la población se muestra cansada y apática ante lo que percibe como «más de lo mismo» y los verdaderos perdedores son las masas más pobres.

Si observamos con detalle la situación del país africano, podemos afirmar que «ni todos los kikuyu son los dominantes ni todos los luo los desposeídos. Los diferentes procesos colonial y neocolonial han acentuado las diferencias de clase entre las comunidades de cada etnia».

El final de las políticas emanadas del colonialismo es clave para acabar con las desigualdades endémicas de Kenia y de buena parte de África. También lo es abordar la justa redistribución de las tierras del continente. Mientras no se afronte esto, los «pangas» (machetes) se alzarán ensangrentados, y entremezclados con otras armas más mortíferas y modernas.

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