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Rakel Iriarte Miembro de la Plataforma Ciclo Educativo 0-3 años de Nafarroa

Riesgo de masificación en el ciclo 0-3 años

Muchas educadoras somos conscientes de los riesgos y ponemos mucho empeño en no industrializarnos en la escuela. Pero la masificación de las aulas es una fuerza totalmente opuesta

Son diversos los factores que hacen educativo a un centro. Las ratios (número de alumnado asignado por cada profesional) son un elemento fundamental.

La motivación de quienes trabajamos en este ciclo de 0 a 3 años se ve golpeada por las condiciones que el Departamento de Educación del Gobierno de Nafarroa concreta en el Decreto Foral 28/2007, de 26 de marzo, por el que se regula el primer ciclo de educación infantil en la Comunidad foral y se establecen los requisitos que deben cumplir los centros que lo imparten, así como los contenidos educativos del mismo. Inocentemente, esperaba que el Gobierno estableciese las condiciones y un presupuesto adecuado para poder llevar a cabo un trabajo de calidad en este ciclo educativo. No ha sido así, y las ratios son un claro ejemplo.

El Decreto establece para las escuelas infantiles de 0 a 3 años en Navarra: una educadora o educador con 8 niñas y niños de entre 4 y 12 meses; 12 niñas por educadora sí tienen entre 1 y 2 años; 16 niñas, si tienen 2 años. Si se mezclan las edades, las ratios son: una educadora con 10 niñas de entre 4 meses y hasta los 3 años; o una educadora con 8 niñas de entre 4 meses y hasta las de 2 años; o una educadora con 14 niñas de entre 12 meses y hasta los 3 años. Estas últimas agrupaciones son frecuentes en las escuelas de pueblos. En muchas escuelas infantiles, si las aulas tienen los metros cuadrados suficientes (para cumplir el Decreto, aunque quizás no tanto para estar cómodos), se trabaja en pareja educativa por lo que los grupos son doblados: 16 lactantes con dos educadores, 24 medianos con dos educadores; 28 niñas de 1 a 3 años de edad con dos educadores...

Este número de niños y niñas por educadora supongo que se imaginará imposible a quien no conozca el día a día de la escuela infantil. Pues aún hay más. Hasta ahora nos hemos referido a las escuelas infantiles. Muchos otros centros (guarderías, ludotecas, jardines de infancia...) no están obligados a cumplir las condiciones que establece el Decreto por lo que las ratios pueden ser aún mayores. Pensemos en 10 niñas menores de un año, o en 20 niños, de 2 a 3 años, con una educadora sola en un aula. Imaginemos a cada cual con sus necesidades, intereses y también derechos (alguien quiere ir al baño, otro quiere que le lean un cuento, otra canta, otras dos están riñendo, otro tiene mocos, otra ríe, otro llora y quiere ser cogido en brazos...) y una persona adulta sola.

Las familias, a fuerza de verlo, y quitarse poco a poco el susto de los primeros días de curso, ya saben que al final la cosa va para adelante. Las educadoras sabemos que en nuestro trabajo casi-casi hacemos magia y conseguimos que la masificación incluso pueda convertirse en algo organizado y agradable. Este ir para adelante sin mucho ruido es del que se sirve la Administración para silenciar las duras realidades en las escuelas.

Parece que sólo cuando hay noticias sobre mordiscos y niños o niñas marcados la Administración y la opinión pública se preocupan. No he visto cómo trabajan en las guarderías que últimamente han salido en prensa. Apostaría que si el número de niños o niñas por profesional fuese la mitad del actual estos accidentes serían muy poco frecuentes.

Trabajar con las ratios del Decreto es estresante, difícil y, a veces, agotador para pequeños y mayores. El elevado número de niños y niñas hace que el ambiente sea más ruidoso, haya mayor movimiento y queden menos espacio y materiales de juego disponibles. Como en cualquier otro espacio grupal, cuando la clase se masifica los conflictos negativos pueden aumentar. Las educadoras nos vemos obligadas a realizar intensas labores de vigilancia. La observación y la atención individualizada que podemos mantener con los y las pequeños quedan reducidas y, a veces, son anecdóticas. En mi trabajo diario quiero poder dedicar un pequeño espacio de tiempo a observar a cada una de las personas menores de tres años con las que comparto aula. Quiero andar de la mano de los peques y no llevarlos casi volando para adelantar tiempo. Quiero ayudar a niños y niñas a lavarse las manos y no hacerlo en cadena (en 10 segundos, ¡sin exagerar!) sin que prácticamente me dé cuenta de que esas manitas pequeñas son de algún niño o niña que, resignado y paciente, ve cómo una persona adulta le mueve apresuradamente, le mal-seca las manos y ni siquiera le mira a la cara. Muchas educadoras somos conscientes de este riesgo y ponemos mucho empeño en no industrializarnos en la escuela. Pero la masificación de las aulas es una fuerza totalmente opuesta.

Los niños y niñas menores de tres años que vienen a nuestros centros, las familias y todo el personal que trabajamos en las escuelas infantiles necesitamos llevar a cabo un trabajo digno y, para ello, exigimos ratios adecuadas y, sobre todo, más humanas.

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