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Insurgente Eduardo Montes de Oca 2008/4/15

Entre marido y mujer...

Iba yo de Boyeros hacia el capitalino Vedado, cruzando el cementerio de Colón. Al enfilar por 12, un tumulto divisado a la altura de 23 me obligó al paso cauto (...).

«¿Qué pasó, señor?» Y me explicaron con lujo de detalles. Un hombre había vapuleado sin contemplación a una mujer, su pareja, como si esta fuera un saco de boxeo. Un joven que presenciaba la escena desde la acera de enfrente abandonó el Café Literario, para intentar a las buenas detener la golpiza. El agresor se le encaró raudo e intentó una embestida, que el defensor esquivó, antes de derribar al machazo de un puñetazo sensacional. Sentado en el piso, el hombrón no atinaba sino a mascullar: «Yo te cojo, coño, seguro que te cojo». Y ahí vino el acabóse. Una viejecita le impidió pararse, a mandobles de sombrilla. Llegó la policía ¯rápidamente esta vez¯, y se llevó al cromañón, la mar de contento, «porque me matan, compañero, me matan».

El escarmiento no dejó de alegrarme, aunque me llamé a capítulo por lo pernicioso de la justicia por su propia mano, y porque socialmente la violencia no se responderá con dosis de lo mismo.

En honor a la verdad, mi complacencia encontraba causa más bien en el espíritu gregario de desagravio, de protección. Porque -raro, ¿eh?- en esta ocasión dejó de funcionar la justificativa máxima populachera de «entre marido y mujer nadie se debe meter», y una multitud imbuida de un ejemplo -el de un imberbe caballero sin tacha y sin miedo, o con el miedo embridado- había deshecho un entuerto, cual Quijote colectivo. Como en Fuenteovejuna, todos a una. (...)

A todas luces, una cultura de respeto y paz, de no agresión, representa uno de los mayores desafíos de las sociedades actuales, transidas de la violencia de género, sobre todo de la «invisible», la de puertas adentro, la familiar, que descansa en el poder patriarcal. Según la psicóloga cubana Lourdes Fernández, «con sus normas y mandatos diferentes para mujeres y hombres, el amor reproduce relaciones de poder de género existentes en la sociedad». Aquí y allá, dondequiera. Claro, «el patriarcado hoy es más sutil, consensual, con otros rostros de dominación (...)».

Censurar incluso a esos que no escuchan el consejo populachero de «entre marido y mujer»..., y siguen el paradigma de un joven presto, cuya violencia o contraviolencia, respondona y justiciera, aplaudí con delectación, yo mismo, de suyo tan pacífico... Y acepto la crítica. Y hasta la psicoterapia.

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