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Fede de los Ríos

Está la cosa mu' mala

Es tiempo de malestar, de una insatisfacción general por nuestras vidas. Eso para los lúcidos, los imbéciles siempre sonríen. No saben hacer otra cosa y hay quien dice que ya nacieron así.

Y ahora encima Italia. La corrupción legitimada. Modelos-ministras para defender la igualdad. Putin se apunta al carro con las gimnastas. Sarkozy hizo a una primera dama, oh la-là!, la grandeur de la France.

Gran triunfo el del eurocomunismo de Berlinguer, Marchais y Carrillo. En Italia han desaparecido, en Francia no rascan bola y en la España del Borbón, abducidos por IU, nadie sabe a qué dedican sus esfuerzos. A punto de desaparecer, su mayor problema son unos concejales de Arrasate.

Los partidos clásicos institucionales ya no se llevan. Están caducos para ser los controladores del malestar. Ahora está más de moda lo virtual, el show business, que dicen los anglosajones. Si su vida es una mierda, tómese un antidepresivo, después un ansiolítico y permanezca sentado frente al televisor, verá qué bonito es todo.

Ese malestar será permanente hasta que no lo canalicemos en odio. No en un sano odio de clase, cosa que por otra parte está muy bien, sino en un odio hacia nuestras vidas. Hacia lo que hacemos, lo que nos hacen hacer y hacia lo que no hacemos porque no nos dejan hacer. Odio hacia lo que somos, esos coleccionistas de objetos e imágenes en que nos hemos convertido. Rechazo de una monotonía que enmohece los segundos, esperanzados con un mañana que no llegará.

Y la vida, queridos, es muy corta para malgastarla en la insatisfacción de nuestros deseos.

Si tienes suerte y consigues una vivienda, ese nidito de amor que todos deseamos, en ese mismo instante en carne viva eres consciente de la hipoteca a 20, 30 o 40 años. O, lo que es lo mismo, de todo el tiempo de tu vida (se puede contabilizar en horas, hazlo, ya verás qué divertido), que vas a malgastar en tu maravilloso trabajo para otro. Eso si no eres un precario, que hoy curras y mañana no, con la emoción que conlleva. Una aventura de vida.

Hace unos años nació un movimiento por la vivienda cuya consigna era «No tendrás casa en tu puta vida»; alguno apostilló más tarde: y si la consigues «tampoco tendrás vida en tu puta casa».

Va siendo hora de saldar cuentas con los miserables de todo tipo que ordenan nuestras vidas y dicen representarnos. Démonos el gustito todos los días. Verán qué bien se quedan.

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