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«No quise sacar las miserias de los chavales, sino sus aspiraciones»

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Ángel AMIGO productor, guionista y director

Ángel Amigo comenzó su andadura en el mundo del cine como guionista y productor de «La Fuga de Segovia», dirigida por Imanol Uribe. Su último trabajo como director, un documental que narra el proyecto de integración de jóvenes excluidos a bordo del barco Urdaneta, está ahora mismo en cartelera. «Palabras que vienen del mar» es el testimonio de los protagonistas de una singular experiencia.

El velero Urdaneta es el marco donde un grupo de jóvenes protagoniza una experiencia de reinserción. En «Palabras que vienen del mar» Ángel Amigo narra las consecuencias cinematográficas de este peculiar marco terapéutico.

¿Qué posibilidades le vio al proyecto Urdaneta para lanzarse a hacer el documental?

Lo novedoso; la idea en sí misma. Aunque tenía antecedentes con el tratamiento de drogodependientes, la experiencia que se narra es su aplicación a jóvenes con problemas de reinserción. La oportunidad era acercarse a esta problemática de una forma diferente, porque en los medios de comunicación siempre está presente desde el punto de vista conflictivo. La película se fija en la parte más humana: los chavales, el grupo de terapeutas y educadores, y la tripulación.

¿Cómo se estructura en un documental una experiencia de un año de duración?

Me he centrado en un momento determinado, concretamente en el que afloran todas las contradicciones. Un momento en el que se da un relevo en el equipo terapéutico y el de marinería. De hecho, a parte de los chavales, el único que permaneció en el barco hasta el final fue el mecánico, que se acabó convirtiendo en un terapeuta. Ha sido todo muy intenso, no dramático ni grave, pero intenso, porque era una concentración de sentimientos en un marco reducido.

Más allá de Urdaneta, ¿el film puede tener una lectura global?

Sí, da pie a hacer una aproximación a un tema que se desconoce y que engloba mucho más que el equipo del Urdaneta. Todos los trabajadores anónimos que están en decenas de pisos haciendo una labor quedan en cierta forma recogidos en el documental. También están los porblemas de aspiraciones o de sentimientos; todo siempre de forma muy solidaria. Al final, todo se ha manifestado en función de intentar resolver un problema cada vez mayor.

¿Cómo respondieron los chavales a la idea de participar en el documental?

Sin muchos problemas, ni ellos ni sus padres. Al principio, había una idea de que iba a ser una especie de Gran Hermano, que íbamos a poner unas cámaras para sacar un poco lo peor de todos, lo más morboso. Pero ha sido todo lo contrario; he huído del morbo. La idea no era sacar sus marrones, sino sus soluciones, sus aspiraciones. De hecho, sale su parte más entrañable. La implicación que han tenido los marineros y los educadores también la hemos acabado sintiendo nosotros.

En cierto modo, el equipo de rodaje también ha acabado formando parte del proyecto.

Claro, el hecho de que se les estuviera tomando en serio con la grabación ha servido también de terapia. Uno de los referentes que les caracteriza es su baja autoestima. Hacer un documental no contra ellos, sino sobre ello es una muestra de afecto. Y como se han sentido valorados han colaborado muy bien. La intención era sacarles la parte más positiva para que quien vea el documental sepa que son chavales que no han tenido la atención que merecían. Todos iguales, algunos hemos tenido más suerte y otros menos.

¿Considera que se sorprenderán con el resultado final?

No creo, íbamos puntualmente a grabar y ellos siempre han sabido lo que salía. Igual sí que les sabe a poco porque entran 15 personas y todo un año de vida de forma muy comprimida.

¿Cómo es rodar en un barco?

Estás muy limitado por ser un espacio tan pequeño, es un lío. Pero estéticamente da un juego interesante y la película es bonita en cuanto a fotografía. El sonido da muchos problemas y a veces tienes que renunciar a imágenes interesantes, como las de los chavales charlando. Así que me he tenido que centrar en declaraciones estáticas. Siempre te limita, no es como estar en un plató o en una casa que dices `silencio' y está listo.

¿En qué momento decidió suprimir la voz en off?

Viendo que había tantas personas, me parecía que sobraba un narrador. Opté por el que es el sueño de muchos documentalistas: prescindir de la voz en off y que la historia se cuente por sí sola. Queda muy fluido y da la posibilidad de hilvanar los diferentes puntos de vista. Al centrarlo en el momento en el que parte del equipo terapéutico se marcha, me permitió contar la despedida, la llegada de los nuevos y las posturas de los marineros con todos estos problemas.

Itziar AMESTOY

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