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Jon Odriozola Periodista

Harmaguedon

Tome nota Ibarretxe de lo que le pasará si sigue adelante con su consulta que, milonga o no, no temblará el misterio (fuente: «Apocalipsis», de San Juan).

Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo, como una media hora...Ví entonces a los siete ángeles delante de Dios; les fueron entregadas siete trompetas. Entonces hubo truenos, fragor, relámpagos y temblor de tierra.

Los siete ángeles de las siete trompetas se dispusieron a tocar. Tocó el primero... Hubo entonces pedrisco y fuego mezclados con sangre que fueron arrojados sobre la tierra quedando abrasada la tercera parte. Tocó el segundo ángel... Entonces fue arrojada al mar una enorme montaña ardiendo y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. Tocó (los cojones) el tercer ángel... Entonces cayó del cielo una estrella grande, ardiendo como una antorcha, sobre los ríos y manantiales convirtiéndolos en ajenjo (bebida amarga, bitter) muriendo mucha gente (pero no más de la tercera parte). Tocó el cuarto ángel... Entonces fue herida la tercera parte del sol, de la luna y las estrellas perdiendo el día una tercera parte de su claridad y la noche lo mismo (¿).

Tocó el quinto ángel... Entonces ví (San Juan) una estrella a la que se le dio la llave del pozo del abismo desde el que, ya abierto, subió una humareda que oscureció el sol. De la humareda salieron langostas (no de marisco. Nota de San Jon) y se las dio un poder como el que tienen los escorpiones en la tierra. Se les dijo que no causaran daño a la hierba de la tierra ni a nada verde, sólo a los hombres que no llevaran en la frente el sello de la Constitución, digo de Dios. Se les dio poder, no para matarlos, sino para atormentarlos durante cinco meses (hoy son cinco días, es el progreso). En aquellos días, buscarán los hombres la muerte y no la encontrarán; desearán morir y la muerte huirá de ellos. Tocó el sexto ángel que, resumiendo, exhaló por su boca (o sea, que también tendrán culo) fuego, humo y azufre exterminando a la, adivinaron, tercera parte de los hombres. Los que no fueron diezmados por estas plagas siguieron adorando a sus ídolos (Marx y Satán) con sus hechicerías, fornicaciones y otros cuentos sin cuento. Cuando se oiga la voz del séptimo ángel y su trompeta, se habrá consumado el misterio de Dios.

Oí una fuerte voz que desde el Santuario decía a los siete ángeles (que Dios confunda): «Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios». El primero fue y derramó su copa sobre la tierra y sobrevino una úlcera maligna a los hombres (las mujeres u «hombras» no existían salvo Babilonia como gran Prostituta) que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen (el Zazpiak bat). Y oí al ángel que decía: «Justo eres tú. Aquel que es y que era». Sabias palabras que no entendió ni Dios. El resto es poco original. Hubo ángel que echó su copa sobre el trono de la Bestia quedando el reino en tinieblas y los pobres hombres mordiéndose la lengua de dolor (igual por no dejarles pronunciarse). No obstante, seguían blasfemando.

El sexto, por ejemplo, derramó su copa sobre el Nervión (o sea, el Éufrates) secando sus aguas. El séptimo polucionó el aire y dijo (con la legalidad en la mano): «Hecho está». Un evangelio apócrifo añadió: «Y a tomar por saco». Tome nota Ibarretxe de lo que le pasará si sigue adelante con su consulta que, milonga o no, no temblará el misterio (fuente: «Apocalipsis», de San Juan).

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