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Raimundo Fitero

Comiditas

La gastronomía como banderín de enganche televisivo lleva bastante tiempo en auge. Existe un canal especializado, no hay cadena que no tenga su programa pertinente. Se ha creado un ambiente general favorecedor de una actitud ante la comida y la bebida que puede entenderse en ocasiones como una postura un tanto ridícula, y en otras, como una clara impostura. Parece que todos sabemos de gastronomía y empieza a ser esperpéntico ir de cena con los amigos y ver las lecciones enológicas que recibes, los ritos que reproduce la peña de manera superficial, y la facilidad con la que se utiliza un lenguaje que roza la tontería vírica.

Los formatos son muy similares, hasta los decorados, las maneras de parecerse tanto a Argiñano, o de separarse de su facilidad de palabra, en nuestros canales podemos ver de todo, aprender mucho, comprobar las variaciones sobre el mismo tema que acostumbra a ser la música de fondo de casi todo, y hasta comprender cómo en muchas ocasiones el plato que se prepara es lo de menos, lo que importa es vender las marca de la cocina, los fogones, las sartenes y hasta el aceite, la sal o los acetatos, entre otros asuntos que interesan a los seguidores de la cocina como deporte social, que parecen ser una cuestión intermitentemente masculina, en lo que tiene de exhibición pasajera, dejando la constancia, lo habitual, la manutención y alimentación a las mujeres.

Aunque ya en la Sexta hubo algo parecido, es ahora en Antena 3 donde esta moda ha adquirido una preponderancia popular que mezcla la salsas, con la convivencia, es decir como si fuera una suerte de reality de baja intensidad. Me refiero a «Ven a cenar conmigo», y tienen su enjundia porque se trata de escuchar estupefacto las apreciaciones críticas de los participantes, que llegan en ocasiones a una crueldad que no se corresponde con algo tan sencillo como es que alguien te convoque a cenar, y simplemente debes opinar en términos primarios, no elaborando unos discursos patéticos por su forma tan cruel al demostrar que está cargada de prejuicios o juicios de valor fuera del propio plato. Los comiditas se sacan los ojos. Y los desestructuran.

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