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La OTAN apela al «nuevo clima» para pedir a Rusia más en Afganistán

Una semana después de que formalizaran la reanudación de las relaciones -congeladas tras la crisis georgiana de 2008-, la OTAN pidió ayer a Rusia mayores compromisos en Afganistán. El Kremlin estudiará las peticiones. Todo apunta a que moverá ficha en respuesta a los gestos protagonizados por los EEUU de Obama. Rusia no quiere una victoria talibán. Pero otra cosa es que le interese una victoria aliada.
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Dabid LAZKANOITURBURU

El tándem Medvedev-Putin y el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, certificaron ayer en Moscú el clima de deshielo entre Rusia y Occidente. Un nuevo clima palpable tras la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama y posibilitado por dos decisiones estratégicas de su Administración: la marcha atrás en sus planes de construir un escudo de misiles en lo que Rusia considera su extranjero cercano (Polonia y República Checa) y el abandono de la estrategia de debilitamiento de Rusia en lo que estima su patio trasero (Ucrania, Georgia...) liderada por EEUU en la era Bush.

A cambio de enfriar su sostén e impulso a regímenes que llegaron al poder tras «revoluciones de colores» basadas en la oposición a Rusia -como los que rigen en Kiev y Tbilissi- y de congelar los órdagos armamentísticos con los que Washington llevaba desafiando a Moscú prácticamente desde la desaparición de la URSS, Occidente -léase EEUU- quiere una contrapartida. Y se llama Afganistán.

Rasmussen instó al Kremlin a que incremente su colaboración con la llamada «coalición internacional» que lleva ocho años enfangada en suelo afgano.

Insistió al respecto en que «es fundamental para Rusia que venzamos en Afganistán». No le falta razón. El islamismo armado es uno de los grandes enemigos de Moscú, no sólo en clave interna (Cáucaso Norte) sino por los riesgos de extensión del conflicto afgano a escenarios calientes y vecinos como las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central (Uzbekistán, Tayijistán y Kirguizistán).

Dimitri Medvedev coincidió en la «necesidad de luchar juntos contra amenazas comunes como el terrorismo (sic) y el tráfico de droga». El presidente ruso confirmó al recibir a Rasmussen que «afrontamos una nueva etapa de relación».

Que a Rusia no le interesa el regreso de los talibán a Kabul está claro. No tanto que le convenga un triunfo de la OTAN. De ahí su táctica de contemporización, que consiste en ayudar, pero sin entusiasmo, a los aliados occidentales. Y su negativa tajante a volver, en ningún caso, a un escenario del que salió derrotada en 1989.

Rusia ya permite que material no militar de los aliados pase por su suelo. También ha cedido al Gobierno afgano este año varios helicópteros, oficialmente para transporte sanitario.

Tránsito de armas

Pero la OTAN quiere más y Rasmussen pidió ayer que contribuya con más helicópteros, «incluyendo formación para pilotarlos y piezas de repuesto». También sugirió más ayuda para formar a las milicias afganas y para luchar contra el tráfico de drogas desde Afganistán.

El diario ruso «Kommersant» informó, haciéndose eco de fuentes diplomáticas rusas, de que la OTAN ha pedido que permita el tránsito por suelo ruso de material militar.

«Las proposiciones serán estudiadas», señaló el titular de Exteriores, Sergei Lavrov. El primer ministro ruso, Vladimir Putin, confirmó tras su encuentro con Rasmussen que, «pese a nuestros distintos puntos de vista sobre muchas cuestiones, cooperamos y seguiremos cooperando». Entre aquéllas destacan el suministro de armas aliadas a Georgia y la revisión del Tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa.

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