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Joxean Agirre Agirre Sociólogo

Periodistas en guerra

«El coro de la infamia», así califica el autor a aquellos medios de comunicación que, en relación a la realidad vasca, hacen del Ministerio de Interior español su particular agencia de noticias. Según denuncia Agirre, «en esta coyuntura importante para Euskal Herria, los propietarios y directores de los grandes medios españoles, pero también los de los medios cercanos al PNV, están embarrados hasta la cintura en esa estrategia». Por todo ello concluye con una clara petición: «no compréis ni leáis a nadie que vincule su futuro a nuestra desaparición».

No quiero hablar de esos bustos parlantes con casco y chaleco antibalas que aparecen en medio de alguna guerra lejana mientras nos tomamos la sopa del mediodía. Están lejos los tiempos en los que, como en 1968, tras la ocupación de Saigón por parte del Viet Minh, los espectadores americanos presenciaron desde casa la evacuación de sus embajadas. El frente mediático de la guerra apostó por cebar el ego profesional de unos cuantos periodistas que, desde una posición alejada de la vocación de servicio público a la ciudadanía, aprovecharon su telegenia para dar el salto. El antaño guerrillero moral Pérez-Reverte escribe ahora, cada semana, en el magazine del grupo editorial más conservador de la prensa diaria. Y esa es, al fin y al cabo, la única guerra que ansían cubrir: la de encumbrarse. A ser posible, forrándose por el camino.

Tampoco quiero escribir acerca de los nuevos comunicadores. Los think tanks locales amparan ese nuevo paradigma de la comunicación «no nacionalista» que tan bien está representando Alberto Surio, periodista donostiarra que dirige EiTB fiel a la pedagogía corazonista en la que se instruyó: «Para librar a los jóvenes de la ignorancia, prepararlos para la vida y darles el conocimiento y el amor de la religión», trabaja a diario el antiguo redactor del «Diario Vasco». Su religión, hoy por hoy, es el constitucionalismo español, y sus iconos paganos, el mapa del tiempo, el discurso real de nochebuena y la cabalgata de los Reyes Magos. Otro alumno aventajado de los padres corazonistas de Mundaiz (Donostia) es el rutilante nuevo obispo guipuzcoano, monseñor Munilla. Su estilo comunicativo es de alto impacto: existen males mayores que los de esos pobres de Haití están sufriendo. Encajar esta afirmación en el «pacto natural» suscrito en la CAV requiere de inmensas tragaderas, pero la pluralidad, tal y como la conciben López y Basagoiti, abarca incluso al nuevo prelado. Si antes incluyeron a Melitón Manzanas o a Rodríguez Galindo, por qué no a este mensajero de la promesa de felicidad eterna a los haitianos.

Sigo descartando a otros animales de redacción, porque los que se buscan el jornal en el contexto de la «Guerra del Norte» hace tiempo que empeñaron el carné de prensa en la garita de acceso al Ministerio de Interior madrileño. En ocasiones perdemos el tiempo leyendo sus melonadas y reportajes de cloaca, pero estoy convencido de que hace tiempo que nos condicionan menos aún que los alegatos borbónicos por navidad, o las homilías de José Ignacio Munilla. Ahora que el Colectivo de Presas y Presos Políticos Vascos vuelve a introducir en la actualidad vasca el testimonio de su lucha y de su responsabilidad política, los periódicos y semanarios inspirados en la doctrina Rubalcaba han dedicado ríos de tinta a tapar el sentido y el contexto de su aportación. Aprovechando que el EPPK, con un estilo de redacción conciso e incluso respetuoso, daba cuenta de que cinco ex compañeros se han situado fuera del Colectivo, hemos podido leer que si no se quién se lió con una carcelera en prácticas, que si otro llevaba tiempo cobrando un salario irrisorio por servir café en el economato de la cárcel, que si alguno ha salido de permiso en las pasadas fiestas... Me resulta llamativo que lo que el EPPK despacha con una breve nota no exenta de tristeza por tener que comunicar que varios compañeros se han alejado de sus filas, los medios madrileños lo conviertan en pretexto para editorializar con anatemas y amenazas que sólo ellos necesitan ver y propagar. Son ellos, y únicamente ellos, los que hacen trizas y degradan la imagen pública de los prisioneros políticos vascos a los que prestan atención. Hay cientos de artículos que lo prueban. Afortunadamente, hace tiempo que esa línea periodística sólo sirve para regocijar a los lectores pajilleros de Ussía y Martín Prieto. A la «España enferma» a la que se referían las mentes más preclaras del noventaiochismo.

Pero en Euskal Herria tenemos otro grupo de comunicación que también parece estar descubriendo la enorme tentación de «declararse en guerra» periodísticamente. En los últimos meses no dejan de dar la lata con pretendidas primicias en torno al debate en la izquierda abertzale, noticias todas ellas falsas de remate. Es lo más grave que cabe achacarle a un medio de comunicación: que mienta a sabiendas de estar mintiendo. Pues bien, el Grupo Noticias se ha situado en esos parámetros. En un breve lapso de tiempo, todas las cabeceras de este grupo han hecho referencia a una información que señala que habría sido ETA la que ordenó a los miembros del Colectivo poner en marcha la dinámica de lucha que comenzaron el pasado lunes. Han difundido patrañas de grueso calibre en relación con el debate sobre estrategia política que la izquierda abertzale está a punto de concluir. Han filtrado como veraces párrafos extraídos de cartas de presos políticos vascos que, como en el caso de Arnaldo Otegi, han desmentido con posterioridad haber escrito. Han ofrecido amplio eco al lanzamisiles que la Guardia Civil ha colocado en manos de Pello Olano, para difuminar las salvajes torturas denunciadas por éste, que apenas citan. En definitiva, se han sumado al coro de la infamia.

Durante la Guerra hispano-cubana-norteamericana de 1898, William Randolph Hearst, magnate de la comunicación estadounidense, ordenó a uno de sus corresponsales que no se moviese de La Habana, y él mismo le mandaría una guerra que cubrir. En esta coyuntura importante para Euskal Herria, los propietarios y directores de los grandes medios españoles, pero también los de los medios cercanos al PNV, están embarrados hasta la cintura en esa estrategia. Exigir neutralidad a los medios es un formidable ejercicio de hipocresía. La ideología es legítima en la producción y en la difusión de opiniones y noticias. Pero alguna suerte de código deontológico debe proteger al público y al propio trabajador de la comunicación de la tentación de ser manipulados. La ecuanimidad, el contraste, el derecho a réplica, y otros muchos filtros al alcance de cualquiera son sistemáticamente desechados por la práctica totalidad de la prensa española. Rubalcaba, como sus antecesores, les mantiene ocupados con una guerra que cubrir, y los grandes grupos mediáticos se manejan con comodidad en esa relación subordinada. Al igual que ocurría con los corresponsales de las grandes cadenas americanas CBS o ABC, que viajaban junto a los marines en los blindados que destrozaban Irak en 1991, el Grupo Noticias empieza a confraternizar con la tropa, en detrimento del servicio público que deben a los nativos.

Todo ello, por el olor a podredumbre que desprende, es indicativo de quién está en descomposición. La supervivencia política de sus tutores necesita que las ráfagas de aire fresco que está moviendo la izquierda abertzale con su iniciativa se malogren. Nos quieren entre rejas; sueñan con una escisión; con la fractura de nuestra base social. No compréis ni leáis a nadie que vincule su futuro a nuestra desaparición. Que paguen de su bolsillo el derecho a intoxicar.

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