Si alguien tenía duda, ayer se terminó por clarificar. Una de dos: o al Real Unión alguien ha hecho vudú en su contra, o se ha realizado alguna especie de magia negra sobre el conjunto irundarra. Los locales volvieron a crear numerosas ocasiones -nueve durante el encuentro-, y al menos tres de ellas fueron clarísimas, pero la suerte o, llamémosle fatalidad, no estuvo del lado guipuzcoano.

Un servidor estará seguramente en lo cierto al pensar que numerosos aficionados pensaron en algún momento del partido en aquel juego de niños en el que un participante, rodeado de varias personas, va contando diciendo en alto aquello de «aviso, peligro... ¡bomba!», mientras los demás participantes se van pasando un globo de agua.

La única diferencia se aprecia en que la bomba, en este caso el gol, no llegó en ningún momento para desgracia de los irundarras.

Está siendo una de las claves de esta temporada y de la delicada situación clasificatoria del conjunto que dirige Iñaki Alonso. Porque, por lo demás, la plantilla blanquinegra sigue dando el cien por cien en cada choque, dominando prácticamente los noventa minutos de juego y dejándose el alma en cada jugada, bien sea en ataque como en defensa.

En cuanto a los demás aspectos del encuentro, no pareció que los dos equipos se jugasen tantas cosas, al menos por parte del Cádiz. El Real Unión supo y quiso manejar la pelota desde el principio, sobre todo en la primera parte, en la que finalizó con un más que merecido 57% de posesión, frente al 43% del equipo andaluz.

Cuatro minutos necesitaron solamente los locales para crear la primera ocasión de peligro, pero como suele ser habitual, el peligro solamente se quedó en eso. Gorka Brit cruzó demasiado ante Kike Casilla.

Los irundarras se hicieron con el manejo del balón y comenzaron a tocar de un lado a otro. Precisamente el delantero lasartearra supo ver el punto débil de los gaditanos, la banda izquierda, desde donde comenzó a crear ocasiones.

«Tanto va el cántaro a la fuente...» suele comenzar el refrán, pero el final de la frase no debía existir por Irun. Tal es la falta de gol del Unión durante toda la temporada, que ni lo más fácil sabe anotar. Y es que Eneko Romo falló un gol cantado delante del guardameta Casilla tras pase de Aitor Sanz al hueco y dejar a un defensa sentado en el suelo.

Omnipresente Brit sin premio

El cancerbero visitante se erigió en protagonista, ya que tuvo que actuar en varias ocasiones más, como en el minuto 25, cuando mandó un balón a córner tras fuerte lanzamiento de Brit, u otro disparo de Abasolo, que envió también a saque de esquina.

En la reanudación, el Unión siguió dominando, si bien los visitantes tuvieron el balón más que en los primeros 45 minutos. De nuevo Brit mandó la pelota al palo y al larguero en sendos disparos. Está claro que no era el día, o mejor dicho, no está siendo la temporada del gol.

El empate sabe a muy poco, pero el próximo encuentro no llega con muy buena perspectiva, ya que al vudú o magia negra hay que sumarle las posibles meigas que pueda haber en el estadio de Balaídos.