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Luchar o integrarse

Iñaki LAZKANO | Kazetaria eta Gizarte eta Komunikazio Zientzien irakaslea

El pasado domingo falleció en Londres el escritor Alan Sillitoe, uno de los máximos exponentes de la generación literaria de los Angry Young Men. Sus obras reflejaron la cruda realidad de la clase trabajadora británica y cautivaron a los jóvenes airados del free cinema que abogaban por un cine socialmente comprometido. Karel Reisz realizó una excelente adaptación de «Sábado por la noche y domingo por la mañana». Sin embargo, fue Tony Richardson el cineasta que mejor descifró los surcos del corazón rebelde de Sillitoe en «La soledad del corredor de fondo» (1962), su obra maestra.

En los primeros instantes de la película, la cámara persigue a un joven que corre por la carretera. Se trata de Colin Smith; un chico de clase obrera que cumple pena en un reformatorio por robar en una panadería. Huye de su cruel destino. De la pobreza, de la desesperanza. También huyó Sillitoe. Pudo ser delincuente, pero se hizo escritor. Lo abandonó todo y buscó refugio en los libros. Leer era escapar. El camino a la libertad. Si no hubiera quedado prendado por la literatura, habría sido como Colin; correría intentando retener los recuerdos felices. Aquellas imágenes en las que paseaba junto a su chica sobre la arena mojada de la playa; lejos del dolor de los suburbios.

Pero tal como afirmaba Antoine de Saint-Exupéry, huir no lleva a nadie a ningún sitio. Ni Sillitoe ni Richardson creían en la huida. Ni tan siquiera el joven Smith. Sólo existen dos opciones: luchar o integrarse. Pese a que ganar la carrera de fondo le podría haber proporcionado una situación privilegiada en el reformatorio, el atleta proletario renuncia a la victoria. Lo hace porque es consciente de que realmente no sería su victoria, sino la del poder establecido. Pierde para que el sistema no triunfe.

En la rebeldía del joven corredor de fondo palpitan las palabras con las que los Angry Young Men escribieron su manifiesto: «Por su propia naturaleza, el artista estará siempre en conflicto con el hipócrita, el mezquino, el reaccionario, y siempre habrá alguien que no comprenda la importancia de lo que está haciendo; siempre deberá luchar en nombre de sus opiniones». Aunque el free cinema acabó diluyéndose en las turbias aguas del sistema, su denuncia social sigue vigente. Cada vez se hace más urgente la necesidad de un cine crítico, socialmente comprometido e independiente. Un cine que, en lugar de legitimar el poder, luche por sus propias ideas.

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