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Ni el corporativismo tapa ya el descrédito

La clase política occidental se ha convertido precisamente en eso, en una clase en el sentido de «conjunto de personas que pertenecen al mismo nivel social y que presentan cierta afinidad de costumbres, medios económicos, intereses...». En otras palabras, una casta. Esto hace que, en defensa de esos intereses y para tapar sus vergüenzas, a menudo recurran a un corporativismo con el que pretenden ocultar ante todo su mediocridad, cuando no irregularidades. Un político profesional puede cuestionar a otro dentro de la estricta lucha electoral, pero rara vez se le verá realizar una autocrítica de su labor como grupo de poder. Sin olvidar las contadas excepciones de europarlamentarios que realizan una gran labor de defensa de los más desfavorecidos desde una perspectiva internacionalista, la Unión Europea y sus burocratizadas estructuras escenifican mejor que ningún otro escenario esta realidad.

Zapatero acudió ayer al pleno del Parlamento Europeo para hacer balance de la presidencia de turno del Consejo de Ministros de la UE que el Estado español ha ostentado los pasados seis meses. Evidentemente, dentro de ese ambiente de compadreo es normal que los máximos representantes de Bruselas loasen el esfuerzo realizado por los mandatarios españoles. Pero precisamente por existir esa especie de «pacto de no agresión» es más significativo que, aun sin ánimo de hacer sangre, algunos diputados criticasen sin pudor la pretensión de Zapatero de aparecer como un estadista proveniente de una gran potencia. De manera gráfica el portavoz de los liberales, Alexander Graf Lambsdorf, manifestó que «el semestre español es igual que el mundial de Fernando Torres, grandes expectativas aunque bastante decepción».

La burbuja española se ha pinchado y los problemas políticos y socioeconómicos del Estado aparecen a la vista de todo el que los quiera ver. El PSOE debe decidir entre ocultarlos, solucionarlos o ceder ante una derecha cuya derrota fue lo único que realmente creó expectativas respecto a Zapatero. Aunque él lo haya hecho olvidar.

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