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Montilla alerta a Madrid en clave interna

Nadie puede afirmar a ciencia cierta si José Montilla, el president catalán, es un farsante o un pionero. No todavía. La delicada situación política en la que se encuentra, presionado por el pueblo al que representa institucionalmente y atrapado por la estructura partidaria a la que debe disciplina -a lo que hay que sumar sus propias convicciones-, le obliga en este momento a hacer malabarismos dialécticos.

Ese ese contexto, Montilla ayer intentó, por un lado, poner en valor lo que queda del Estatut y dejar así una puerta abierta a la oferta reformista de Zapatero mientras, por otro lado, abogó por una reforma constitucional «que reconozca explícitamente la realidad nacional de Catalunya». En lenguaje popular, puso una vela a Dios y otra al Diablo. El problema es que nadie hasta ahora, al menos nadie con semejante peso en el entramado institucional español ni de esa orientación ideológica, había mentado al «Diablo»: la reforma de la Constitución.

Montilla no acudirá hoy a la reunión del Comité Federal del PSOE, pero ese órgano es el primer destinatario de su mensaje. Les advierte de que lo que ha generado la sentencia del TC no es «problema de unos cuantos, sino de un problema constitutivo de la propia esencia» del Estado español. De momento no parece que en Ferraz le vayan a dar ni siquiera el acuse de recibo.

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