Las cifras resultan escandalosas. Escandalosas, denunciables y profundamente lamentables, toda vez que se refieren a trabajadores muertos en su puesto de trabajo. En un puesto que se supone dotado de unas razonables condiciones de seguridad, que debería disponer de las condiciones mínimas exigibles. Ayer y anteayer, en un intervalo inferior a 24 horas, perdieron la vida dos trabajadores en Nafarroa, y otro resultó herido. La cifra de trabajadores fallecidos en accidente de trabajo se eleva a 7 este mes y a 45 en lo que va de año. No parece que a pesar del elevado desempleo disminuya la cifra de accidentes, lo que tampoco resulta extraño si se tiene en cuenta el aumento de la precariedad. La crisis económica sirve de excusa para escatimar la inversión en prevención y salud laboral, pero en tiempos de bonanza también se utilizan diversos motivos para evitarla o recortarla en lo posible. Los fallecidos en los últimos accidentes eran jóvenes, otras veces son inmigrantes, subcontratados... y siempre operarios en condiciones de precariedad. Sin embargo, ese inadmisible proceder de los empresarios no sería posible sin la permisividad e incluso complicidad de las distintas administraciones. Los sindicatos, movimientos sociales y algunos partidos políticos lo han denunciado hasta el aburrimiento pero, a la vista de la acogida de su denuncia, ésta no parece suficiente.