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La serpiente y la paloma

«Bi anai»

Mikel INSAUSTI

De haber sido incluida en la Sección Oficial, «Bi anai» estaría entre las candidatas a la Concha de Oro. Siendo como es la mejor película rodada en euskara, no se entiende la falta de visión y de compromiso por parte del Donostia Zinemaldia para situarla en el lugar histórico de privilegio que merece.

Imanol Rayo es nuestro joven Robert Bresson, un cineasta de los que salen contados de generación en generación. A sus 27 años, toma el relevo de los Carlos Reygadas, Jaime Rosales, Philip Gröning o José Luis Guerín. Todos ellos, maestros indiscutibles del cine contemplativo, que es el cine en estado puro por sustentarse en la narrativa visual.

Bernardo Atxaga es un autor literario muy solicitado por el cine, no sólo a nivel local. Prueba de que ha sido una buena fuente de inspiración está en el interés que encierran «Oraingoz izan gabe», realizada por Baquedano en 1984, así como la reciente adaptación de «Obaba» a cargo de Montxo Armendariz. Faltaba profundizar más en su mundo, que algunos se han precipitado en considerar inadaptable, y de ello se encarga Imanol Rayo en «Bi anai».

El estilo del arbizuarra es bressoniano porque iguala la mirada de las personas y de los animales, en la medida en que unos y otros son víctimas de la crueldad de la vida. Se puede poner en un mismo plano de interiorización del sufrimiento a «Journal d'un curé de campagne» y a «Au hasard Baltazhar», aunque el protagonista de una sea un sacerdote y el de la otra un asno. El secreto está en la austeridad formal que refleja ese dolor, en cada gesto, en cada movimiento preciso.

En «Bi anai» los planos están medidos con un grado de perfección magistral, sin que nada de lo que ocurre dentro del cuadro se alargue más de lo necesario. Hay un dominio de la imagen y del tiempo que permite sentir la duración del duelo que oscurece las vidas de los hermanos protagonistas, con su injusta dependencia. Y nada perturba el naturalismo del sonido ambiente, ni siquiera la voz del párroco, modulada por un magnífico Kandido Uranga.

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