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Jesus Valencia Educador social

Curioso relevo generacional

Hace tiempo que padres y madres se hartaron de tanto ultraje; maldijeron de tanto sátiro pagado y de tanto «demócrata» sinvergüenza; denunciaron las «listas negras» y se lanzaron a la acción

Los jóvenes militantes vascos siempre han estado en el punto de mira de la represión. Y sus familias siempre les han brindado apoyo incondicional. Nada de esto es nuevo. Pero sí hay un fenómeno novedoso y reseñable: asistimos a un pintoresco relevo generacional.

El Estado español, incapaz de ahogar el independentismo, llegó a la conclusión de que había que ir a la raíz: un movimiento sin jóvenes no tendría futuro. Fue así como emprendió la vergonzosa cruzada que nunca olvidaremos: criminalizar a la juventud organizada. Un juez servil -decapitado por su propia guillotina- se prestó a la infamia. Y así comenzó lo que podríamos llamar el tiempo de las razias. Las noches de los lunes son una pesadilla colectiva. Muchos martes nos despertamos angustiados al comprobar que nuestros pronósticos más sombríos se han cumplido. Otra nueva remesa de jóvenes es conducida a las dependencias de cualquiera de las siniestras policías que soportamos. En cada redada siempre hay algún nombre conocido. Personas ejemplares, plenamente integradas en su entorno, responsables en sus estudios, volcadas en actividades sociales. Tan generosas como humildes, tan abnegadas como alegres. Son evidentes los objetivos de la estrategia: descabezar el movimiento juvenil y golpear a las familias de los más entregados.

Padres y madres cargan con el morral de sus angustias y corren a la Audiencia Nacional. Abrigan la esperanza de que la incomunicación terminará y de que sus hijas regresarán a casa tras la espantosa pesadilla. La realidad suele ser más cruda. Desde las cárceles -donde son secuestrados casi todos los detenidos- filtran noticias de torturas y vejaciones sexuales; de humillaciones y de ofertas remuneradas para que colaboren con sus captores. Quizá estos piensan que los padres reprocharán a sus hijas el haberse comprometido con su pueblo. Se equivocan. Hace tiempo que padres y madres se hartaron de tanto ultraje; maldijeron de tanto sátiro pagado y de tanto «demócrata» sinvergüenza; denunciaron las «listas negras» y se lanzaron a la acción. Los padres relevaron a los hijos y dieron continuidad a sus trabajos interrumpidos. Quienes no militaban se estrenaron. Y quienes ya estaban curtidos, intensificaron sus tareas. Todos ellos -y de formas distintas- se enfrentaron al Estado. Algunos investigaron a los investigadores y denunciaron la miseria que descubrieron en las cloacas político judiciales; sus artículos y libros son joyas de la literatura testimonial. Otros recogieron la pancarta que sus hijos e hijas ya no podían sostener y la exhiben con orgullo. Vemos a gentes ya maduras dar ruedas de prensa, convocar manifestaciones, concentrarse delante de instituciones y consulados, solicitar entrevistas con gobernadoras y delegados...

El 6 de febrero de 2011, los padres y madres de Iruñea comenzaron a concentrarse todos los lunes delante de las sedes de quienes gobiernan en Madrid. Haga frío o calor. Su trabajo es duro y su moral firme. Han decidido celebrar el primer aniversario de su iniciativa intensificando la movilización.

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