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INVESTIGACIÓN SOBRE EL CAMPO DE PRISIONEROS DE BAIONA

«Me acuerdo del frío; eran unas cuadras con agujeros en el techo, en invierno»

Mercedes de Orriol
Internada en campo de Polo Beyris

Es hija del escritor refugiado Álvaro de Orriol, que cuenta la huida a Baiona en la obra «Las hogueras de Pertús». Se refugió allí junto con su familia en febrero de 1939, cuando tan solo era una niña. Vivió en el campo de Polo durante varios meses y después se quedó en Baiona, donde formó su familia. Pero nunca ha olvidado aquello.

¿Cómo fue su llegada al campo de Polo en febrero de 1939?

Cuando llegue a Polo era muy pequeña, tenía cuatro años y medio, pero tengo recuerdos muy precisos porque me cambió la vida totalmente, sobre todo después de lo que acabábamos de pasar.

Cuando llegamos a Polo, esperábamos encontrar un lugar acogedor y nos topamos con unas cuadras. Cuadras con paja en el suelo y mantas militares. Mi hermano y yo éramos pequeños, y para los niños era casi un juego, porque vivíamos el drama pero no nos dábamos cuenta exactamente de nuestra desgracia. Después aquello duró meses, hasta octubre, y mientras tanto jugábamos con los otros niños en los campos. Nos cambió totalmente respecto a la vida que llevábamos en España. Nosotros vivíamos en un lugar muy confortable, mi padre era escritor de teatro y de repente nos encontramos en una cuadra.

¿Qué fue lo más difícil de vivir en el campo de refugiados?

Yo me acuerdo sobre todo del frío, era terrible. Eran unas cuadras en pleno invierno, con agujeros en el techo y la lluvia que nos caía encima. De eso me acuerdo muy bien, pero luego yo me iba a jugar con los otros niños, porque un niño no busca otra cosa.

Después, un poco más tarde, empecé a reflexionar y entonces me di cuenta de nuestra desgracia. Y con el tiempo empiezas no a olvidar, porque eso no se olvida jamás, pero sí a pensar en el sufrimiento de mis familiares.

¿Cómo llegaron a Baiona?

Nosotros vivíamos en Barcelona y salimos los siete de allí, mis padres, mis tíos, mi abuela, mi hermano y yo. En Figueres, después de todos los bombardeos, mientras mis padres iban a arreglar unos papeles para poder pasar la frontera mi tío tuvo conocimiento de un tren que iba a salir con mujeres y con niños. Entonces nos llevó a su mujer, a mi abuela, a mi hermano y a mí. Él se quedó con mis padres porque los hombres no podían pasar la frontera sin papeles.

Después de tres días en el tren, ya que ninguna estación en Francia nos admitía porque ya estaban desbordadas de refugiados, al final nos descargaron en Baiona. Estuvimos tres días en el tren sin comida, sin calefacción... un horror. Hubo muertos y de todo, a mi abuela tuvieron que bajarla en Pau y trasladarla al hospital, donde murió varios días después, de agotamiento. Mi tía, mi hermano y yo llegamos a Polo el 6 de febrero. Mis padres llegaron después.

Su padre escribió «Las hogueras de Pertús» durante su estancia en el campo de Polo....

Mi padre, durante todo el camino, día a día, fue tomando notas, y cuando llegó al campo de Polo, como tenía todo muy fresco en la cabeza, empezó a escribir. No es una novela, es más bien un diario.

Primero lo escribió para nosotros, sus hijos, porque como éramos pequeños pensaba que todo esto se nos olvidaría. Pero él de lo que no se dio cuenta es de que esto no se olvida nunca, porque es muy duro. Él dejo testimonio y dijo que tal vez un día se podría publicar y que podría servir a otras personas.

Mi padre murió en 1976 y yo en 1995 decidí publicarlo. Lo hice en París, en castellano. Luego se enteraron en España y me lo pidieron y lo publicaron allí. Mi hijo dijo que quería hacerle ese homenaje a su abuelo y a todos los que murieron por esta república, así que lo tradujo al francés y lo ha publicado.

¿Cómo conservó la obra?

Mi padre la escribió en el campo de Polo y era peligroso guardarlo. Cuando nos instalamos en Baiona quitó el zócalo de detrás de la cama, quitó el yeso y lo encajó. Son dos cuadernos de escuela, lo que pudo conseguir allí en el Polo; los cortó por la mitad, en cuatro partes y las escondió en el hueco. Los alemanes solían hacer registros en las casas y si le encontraban con esto, era muy peligroso.