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Dabid LAZKANOITURBURU Periodista

El dragón chino vive un año convulso

China está siendo pródiga en acontecimientos. Y no es solo, que también, que estemos en vísperas del relevo en la cúpula del poder en Pekín.

El Año del Dragón arrancaba con una información que pasó casi desapercibida: por primera vez en su larga historia, la población urbana supera ya a la rural. Toda una señal de los convulsos tiempos de modernización de un país que puede vanagloriarse de haber llegado a alimentar, con una agricultura intensiva, a la población más numerosa del planeta con menor tierra cultivable.

Le siguió el anuncio, con motivo de la Asamblea Nacional Popular, de un freno en el crecimiento económico de dos dígitos, una ralentización que Pekín quiere aprovechar para reducir las desigualdades sociales. El eterno e incumplido mantra.

Coincidiendo con ello, el todavía primer ministro, Wen Jiabao, se despedía con un testamento en el que agitaba el fantasma de la Revolución Cultural. Casualmente, horas antes comenzaba el proceso de defenestración de una de las estrellas ascendentes en el partido, Bo Xilai, en una operación en la que algunos ven la mano de los reformistas «socialdemócratas» de Wen y del propio presidente Hu Jintao, mientras otros adivinan la sombra de su predecesor, el conservador «liberal» Jiang Zemin. ¿Efecto tijera combinado?

La purga de Bo, completada estos días con su expulsión del Politburó del PCCh y el procesamiento de su mujer por la oscura muerte de un empresario-espía británico, ya ha provocado manifestaciones de protesta en su feudo de Chongqing, donde su neomaoísmo más o menos populista cuenta con mucho predicamento.

El Año del dragón promete.. nuevos capítulos.