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Celebración conjunta del armisticio con sabor a despedida para Sarkozy

El solemne acto de conmemoración del 65 aniversario de la firma del armisticio que puso fin a la II Guerra Mundial ofreció ayer en París una imagen histórica con la presencia de Nicolas Sarkozy, para quien la celebración tuvo sabor a despedida, junto a François Hollande, que le sustituirá en la Jefatura del Estado el próximo 15 de mayo. Tras el raro momento de unidad de ayer, el traspaso de poderes sigue su curso.

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GARA | PARÍS

El presidente electo francés, François Hollande, y su rival en las elecciones y aún jefe del Estado, Nicolas Sarkozy, encabezaron ayer de forma conjunta los actos conmemorativos del Día de la Victoria de Europa sobre la Alemania nazi, en un gesto de unidad en pleno proceso de traspaso de poderes que tuvo tintes de despedida para el mandatario saliente, que el domingo sufrió el peor revés de su carrera política de 30 años.

Ambos proporcionaron una imagen histórica que no se daba desde 1995, cuando protagonizaron un acto similar el entonces presidente saliente, François Mitterrand, y quien le venció, Jacques Chirac. Sarkozy se negó en 2007 a aceptar la invitación que le hizo Chirac cuando le derrotó en los comicios que llevaron a la Jefatura del Estado.

La conmemoración del armisticio que puso fin a la Segunda Guerra Mundial, con todas las características de una ceremonia del Estado que presidirá Hollande a partir del 15 de mayo, puso un intermedio a los preparativos del traspaso de poderes. Los dos políticos, que han protagonizado una dura campaña electoral y un tenso enfrentamiento en el debate televisivo de hace una semana, guardaron un minuto de silencio ante la Tumba al Soldado Desconocido en el Arco de Triunfo, donde realizaron una ofrenda floral.

Hollande destacó después que la de ayer era «una imagen deseada por todos los franceses, que quieren que la República esté unida», mientras que Sarkozy fue recibido con pancartas de reconocimiento y gritos de apoyo.

El mismo lunes, el agresivo Sarkozy confirmó su retirada definitiva de la política, algo que se había venido comentando en los últimos días, aunque personas de su entorno insistieran en las horas previas a la celebración de la segunda vuelta electoral, cuando se daba casi por segura su derrota, en que el presidente saliente podría liderar la oposición en caso de perder frente a Hollande.

En la reunión que mantuvo el lunes con altos cargos de su Gobierno y asesores próximos, según informaron medios franceses, Sarkozy aseguró que «se ha pasado una página para mí», y agregó que «no seré candidato en las legislativas ni en las siguientes elecciones».

«Me hubiera ido esta mañana»

Apeló a la unidad de su partido, la UMP, de cara a próximas citas electorales y aseguró que «si hubiera podido, me hubiera ido esta mañana -por el lunes-, pero hay tradiciones que hay que respetar. La respetaré y se realizará la transferencia de poderes con François Hollande como tuvo lugar entre Jacques Chirac y yo».

El domingo había hablado de un «compromiso diferente» en el futuro, pero no anunció entonces que ponía punto final a su carrera política. «Seré un francés más entre los franceses», afirmó este impopular hijo de un inmigrante húngaro criado por su madre y su abuelo griego, que basó su campaña en la herencia cristiana de Francia, la lucha contra la inmigración y la seguridad, después de haber planteado durante su mandato un polémico debate sobre el Islam y la identidad nacional. «Tenemos demasiados extranjeros en nuestro territorio», había dicho antes de las elecciones. Un giro hacia la extrema derecha que fracasó.

Después de ese paréntesis, raro momento de unidad para honrar a los muertos de la Segunda Guerra Mundial, François Hollande tenía previsto tomarse unas horas de descanso antes de regresar a sus proyectos prioritarios: la formación del Gobierno y la preparación de su primera gran cita europea con la canciller alemana, Angela Merkel, tras su investidura.

Argelia interpela a París en el aniversario de la masacre de Sétif

Mientras François Hollande y Nicolas Sarkozy conmemoraban el armisticio, Argelia recordaba la masacre cometida por el Ejército francés en el este del país, que se saldó con miles de muertos, y volvía a interpelar a París, que año tras año ignora aquel baño de sangre que provocó aunque en 2005, a través de su embajador en Argelia, se refirió a él como una «tragedia inexcusable».

El 8 de mayo de 1945, mientras Europa celebraba la victoria sobre la Alemania nazi, decenas de miles de argelinos tomaron las calles para reivindicar su independencia y las fuerzas coloniales lanzaron una ofensiva terrestre y aérea contra varias ciudades del este del país, en particular Sétif, Guelma y Kherrata. La ofensiva duró varios días y, según Argel, dejó 45.000 muertos, cifra que los historiadores europeos rebajan a entre 15.000 y 20.000. Del lado europeo fallecieron 86 civiles y 16 militares.

Es uno de los capítulos más oscuros de la historia colonial de Argelia, ocupada y gobernada con mano de hierro por Francia durante 132 años. La represión desató el movimiento anticolonial y una larga guerra de independencia que costó la vida a 1,5 millones de argelinos. El presidente argelino, Abdelaziz Bouteflika, volvió a recordar a París, con motivo de este aniversario, que «solo una lectura imparcial y objetiva de la historia, lejos de guerras de memoria y de problemas coyunturales» permitirá a ambos países «superar el doloroso legado del pasado» y avanzar hacia un futuro donde reine la confianza, la comprensión, el respeto mutuo y la cooperación». Insistió en que Argelia, que celebra sus 50 años de independencia, busca relaciones de «amistad y cooperación fructífera con todos los países del mundo y, a la cabeza, Francia, a pesar del tributo pagado por el pueblo argelino por su libertad y su dignidad». GARA

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Angela Merkel felicitó a François Hollande por su victoria a través de una carta en la que señaló que son ellos los que deben tomar las decisiones que necesitan la Unión Europea y los países de la zona euro.

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