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CRISIS FINANCIERA EN LA EUROZONA

Cumbre de Bruselas: malas noticias

La confirmación de las ayudas directas a los bancos, a la espera de la confirmación de en qué medida afectarán a las cuentas de los Estados, es valorado negativamente por la voracidad que va a despertar en los gobiernos para exigir a Europa ayudas cada vez mayores. Libres de la tensión sobre los presupuestos nacionales, los Estados presionarán para que las ayudas a los bancos sean cada vez mayores.

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Esta cumbre ha supuesto un nuevo paso atrás. Se ha abierto la puerta a las ayudas directas desde Bruselas al sector bancario. En España se está presentando casi como una victoria nacional lo que, en nuestra opinión, no es sino una victoria de la gran banca.

«Afirmamos que es imperativo romper el círculo vicioso entre bancos y emisores soberanos» ha dicho el Consejo Europeo. Pero los que se felicitan por ello olvidan que el condicionante de que estas ayudas al sector bancario se materializaran a través de los Estados era una salvaguarda fundamental para limitar el auténtico «despilfarro» que suponen las ayudas al sector bancario. Libres de la tensión sobre los presupuestos nacionales, los Estados arreciarán a partir de ahora las presiones sobre Europa para que las ayudas a los bancos sean cada vez mayores. Una muy mala noticia. Los países avanzados no deberían haber cedido en este apartado.

Como dijo el diario «El País» «el visto bueno a la capitalización directa de la banca... es una medida que rompe el circulo vicioso entre bancos y deuda soberana, afirma el comunicado: Estados que se endeudan hasta la insolvencia para financiar el saneamiento de entidades cargadas -en el caso de España- de activos inmobiliarios tóxicos». Ese endeudamiento era precisamente lo que quería limitar la estrategia que al respecto ha mantenido, hasta ahora, la Unión Europea. Porque la cuestión no es cómo ayuda Europa a los Estados que se endeudan en los rescates bancarios, sino evitar precisamente esto: que los entes públicos -ni los Estados ni la Unión Europea- se endeuden sustituyendo la reestructuración bancaria por una masiva y creciente aportación de recursos al sector bancario.

Muy significativa ha sido la estrategia que en esta Cumbre han planteado Monti, Rajoy y, a continuación, Hollande: No hay pacto de crecimiento si no se aceptan las ayudas directas a los bancos. Estos posicionamientos son interesantes para entender dónde están las prioridades políticas. Y a favor de quién trabajan los representantes políticos.

Mientras tanto, los países avanzados, como siempre, inmersos en una estrategia de ganar tiempo. En cada cumbre, en cada hito político europeo, una nueva «pequeña» cesión a cambio de retrasar todo lo posible el sangrado de la economía europea. En síntesis, esta Cumbre ha abierto para los bancos las puertas de Bruselas.

Draghi afirmó después de la Cumbre que para que esta posibilidad de capitalización directa de los bancos «sea creíble», «se necesita una estricta condicionalidad». Sería deseable que estas condiciones sean serias y que no sólo afecten a los instrumentos de recuperación de las ayudas sino también a la previa determinación de si las mismas son o no imprescindibles y son o no razonables, en función de la asunción previa de responsabilidades por los inversores.

El texto aprobado en la Cumbre es muy buena noticia, en especial, para la banca española, porque crea la «expectativa» no sólo de acceder directamente a ayudas de la Eurozona, sino además:

a) de que las condiciones ya pactadas para las ayudas al sector bancario español de «hasta 100.000 millones» en base a un préstamo con tipo de interés cercano al 4% -que se esperaba se transformase en un 8% entre el gobierno español y los bancos- se mantengan ahora en operaciones directas con el sector bancario, lo cual sería una excelente noticia para los bancos;

b) de que se sustituya la modalidad de préstamo a largo plazo por la de «capitalización» mencionada en la Cumbre.

La cumbre ha proclamado también el compromiso «político» de «hacer cuanto resulte necesario para garantizar la estabilidad financiera de la zona del euro, en particular utilizando los instrumentos vigentes de la FEEF/MEDE».

La pregunta inevitable es si esto es todo lo que puede hacerse «para garantizar la estabilidad financiera de la zona del euro». Esto es, una aportación continuada y masiva de recursos, en lugar de resolver los problemas, que dependen fundamentalmente de la adecuación de los balances bancarios, de los necesarios concursos de acreedores o de la imputación de pérdidas a los inversores.

Junto a la irresponsable «satisfacción» por las nuevas «cesiones» arrancadas a Europa, algunos medios de comunicación ya están indicando que las necesidades de captación de deuda de España e Italia son muy superiores a los fondos establecidos en la Eurozona y, por supuesto, que «los expertos consideran que sería mejor que el Banco Central Europeo entrara directamente con el bazuca en el mercado de deuda; los 500.000 millones pueden parecerle a los mercados, si Europa no restaña las heridas sobre su credibilidad, una pistola de agua. ... La solución hubiera sido darle la licencia bancaria al mecanismo de rescate (Mede) para que pudiera ir a la ventanilla del BCE y disparar todo lo necesario en caso de apuro» (Claudi Pérez, en «El País»).

Claro. ¿Qué más? La demagogia «reivindicativa» en la que algunos de nuestros representantes se han sumergido para eludir sus propias responsabilidades no parece tener fin. Una esperanza de frenar esta orgía de demagogia de reivindicación «parasitaria» es que la supervisión bancaria que debe ponerse en marcha en Europa -y a cuyo inicio se condiciona la posibilidad de canalizar ayudas directas a los bancos- no sea simplemente una «administración de los rescates».

Es decir, que el BCE se implique activamente en la reestructuración bancaria, impidiendo que los bancos reciban ningún tipo de ayudas que no sean imprescindibles para salvaguardar los depósitos de familias y empresas. Y, por supuesto, siempre con la condición previa de que las pérdidas se hayan imputado efectivamente a accionistas y acreedores del mercado de capitales. Solo una barrera defensiva de este tipo puede salvar a la economía real europea de las sucesivas ofensivas que el sector bancario va a organizar para conseguir detracciones crecientes de recursos.

Mientras tanto, los conceptos puestos sobre la mesa en esta Cumbre plantean serias dudas sobre su calendario de aplicación pero, al menos en este nivel conceptual son, desde luego, una importante victoria. Para el sector bancario.

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