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INCENDIO EN CATALUNYA

Alt Empordā busca recuperar la normalidad

La solidaridad se abre paso en medio de la desolación producida por el gran incendio del Alt Empordà (Girona), mientras los responsables políticos anuncian mano dura sin plantearse el efecto de sus recortes presupuestarios en la prevención de incendios.

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Beñat ZALDUA

Bueno, pues muchas gracias y a ver si no nos volvemos a ver». Un soldado de la Unidad Militar de Emergencias se despide del camarero del café de Terrades, que ríe mientras le entrega el cambio. Con la marcha de bomberos y militares, pueblos como Terrades, en el Alt Empordà, intentan volver a la normalidad después de una semana bajo las llamas y la ceniza. El fuego ha arrasado alrededor de 14.000 hectáreas del norte de Girona.

Concretamente en Terrades, las reformas de varias casas reemprendían su curso el pasado viernes, con un suspiro de alivio generalizado, ya que el fuego no alcanzó el pueblo.

No pueden decir lo mismo los propietarios de varias «masias» de los alrededores, que vieron cómo el incendio engullía sus pertenencias. En la carretera provincial entre Terrades y Llers, los resultados del incendio adquieren el nivel de drama, con ambos costados de la vía arrasados -ni la autopista al Estado francés sirvió de cortafuegos-.

En ese camino se encuentra, entre otras, la casa de un belga que se niega a dar su nombre «porque todavía ni un periodista ha sido capaz de escribirlo bien». «Saca fotos, graba vídeos y mira lo que quieras, pero no me molestes, que con tanta televisión no tengo tiempo de arreglar la casa», explica mientras apuntala una de las paredes de la casa que desafía milagrosamente la gravedad.

Son días de valoración de daños. A bote pronto, en municipios como Capmany el incendio ha quemado el 99,9% del terreno. Le siguen Biure, con el 96% pasto de las llamas, y Boadella, con el 90%.

Tras dar el incendio por controlado, los bomberos ceden ahora el protagonismo a los peritos de las aseguradoras. Eso para quien tenía sus pertenencias aseguradas, claro. En Llers, la granja de Jaume Teixidor ha quedado reducida a cenizas, mal menor -si se permite la expresión- para él, que reside en el pueblo; el «masover» de la explotación, Gheorghe Canu -empleado en la granja- vio como las llamas se llevaban por delante la vivienda en la que vivía con su mujer, su coche y toda la maquinaria de la granja.

Solidaridad y redes sociales

Las crónicas del incendio tienen aquí su cara más amable, en forma de donaciones y ayuda de todo tipo a los más afectados. «Estamos sorprendidos de la solidaridad de la gente» señala Canu, que a través de una nota en Facebook ha recibido todo tipo de ayuda, hasta caravanas para dormir. Como el suyo, son decenas los casos de afectados que han recibido la ayuda de particulares desde el primer momento, gracias en buena parte a la velocidad imprimida de los mensajes por las redes sociales.

En su despacho del pequeño ayuntamiento de Boadella i les Escaules, Frederic Minobis recibe una llamada desde Girona, donde se ofrecen voluntarios para cualquier tipo de trabajo que necesiten: «Que vengan cuatro mañana a primera hora», contesta el alcalde. «El trabajo de voluntarios, agentes forestales y bomberos ha sido espectacular; sin ellos y la gente del pueblo, en Boadella todo serían cenizas ahora mismo», explica Minobis, al que el incendio le ha robado demasiadas horas de sueño. «Hay quien se ha quejado porque los bomberos no han llegado o han llegado demasiado tarde, pero oye, si tienes un fuego que se multiplica aquí y allá y se extiende tan rápido, pues se hace lo que se puede. Y se ha hecho mucho», sentencia.

«Ahora toca valorar los daños, intentar volver a la normalidad y arreglar el pueblo para todos los curiosos que llegarán en los próximos días, aunque para estos, cuanta más destrucción mejor», señala Minobis. No hace falta esperar a los próximos días; el mismo viernes, un joven alemán con el dedo levantado al pie de la carretera explicaba que había bajado haciendo autostop desde París: «yo querer ver incendio».

¿Guerra al fuego?

Además del drama humano y natural, el incendio del Alt Empordà ha alimentado también los tinteros de la crónica política, protagonizada por el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, y su homólogo catalán, Felip Puig, tándem inseparable cada vez que todo tipo de fuego asoma en los telediarios.

Igual que tras los contenedores quemados en Barcelona durante la huelga general, Fernández Díaz tardó pocas horas en anunciar que perseguirían a los responsables y que, para ello, endurecerían una vez más el Código Penal. Puig también anunció que buscarían contra viento y marea a los culpables del incendio y que para ello estaban ya analizando el ADN de las colillas recogidas en la zona de origen del incendio. Más tarde, Puig tuvo que matizar sus palabras y reconocer que sería muy difícil encontrar a los responsables a través de las huellas de ADN de las colillas, ya que estas, obviamente, «resultaron dañadas por el fuego».

La retórica militar de los responsables de Interior no se limitó a señalar con el dedo a los responsables, sino que se lanzó también contra la insistencia del fuego en llevar la contraria a sus deseos. «Le hemos puesto el pie al cuello» declaró Puig, sin pararse a pensar en la lógica de una lucha cuerpo a cuerpo contra las llamas. El alcalde de Figueres, Santi Vila (CiU), también aprovechó la ocasión para criticar el entorno de impunidad que rodea la frontera de la Jonquera: «la prostitución, el juego y el incivismo son dinamita pura».

Pero más allá de los golpes de titular y el meritorio trabajo de los bomberos, que solo algunos propietarios de fincas aisladas han criticado, lo cierto es que resulta difícil no fijarse en la reducción del 20% que han sufrido los presupuestos contra los incendios durante los dos últimos años. En 2010, el plan antiincendios de la Generalitat contaba con 30 millones de euros; este año se han quedado en 24 millones. Responsabilizar del incendio a los recortes resulta algo demagógico -como no se cansan de insistir desde la Generalitat-, pero la pregunta sobre el efecto de la reducción de gasto queda en el aire. Más todavía cuando el responsable de Interior se descamisa por llenar titulares y anunciar la persecución de los responsables, sin plantearse en ningún momento las consecuencias de sus medidas.

Una vez más, el refrán «más vale prevenir que curar» queda a la altura de una quimera; en los dos últimos años, el presupuesto para campañas institucionales de prevención ha pasado de 330.000 euros a 63.100. Sin propósito de enmienda y con el riesgo de incendio como argumento, Interior ha restringido, durante el fin de semana, el acceso a varios enclaves naturales del Principat, como el Parque Natural de Montsant, en Tarragona.

La Generalitat tiene en la gestión postincendio la oportunidad para poner las bases de una nueva política contra los incendios. Durante los últimos, días, biólogos y ecologistas han alzado la voz en contra de la inmediata y mediática reforestación de las zonas quemadas, arguyendo que dicha reforestación se materializará de forma natural en los próximos años. El dinero y los esfuerzos, reclaman, se tienen que destinar a la prevención y, sobre todo, a una mejor gestión de los bosques, que permita un mayor control del riesgo de los incendios.

 

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Los presupuestos contra incendios se han reducido un 20% en los últimos dos años. Los presupuestos han pasado de 330.000 euros a 63.100.

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