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Raimundo Fitero

El Broncas

 

Alberto Chicote seguramente es un buen cocinero, pero ahora mismo le pagan por ser un broncas, por llegar a un establecimiento de restauración y montar una tragicomedia. Está logrando con su «Pesadilla en la cocina», unos magníficos resultados de audiencia, pero empiezan a ser más relevantes los sucesos en paralelo que los programas. Los encargados de mercadotecnia y propaganda del programa están dosificando de manera sospechosa los problemas colaterales. Si se nos ha dicho que dos de los restaurantes visitados por los artistas de la ficción del programa han cerrado, el que se emitió el pasado jueves vino precedido por una denuncia de sus propietarios que contenía acusaciones bastante graves.

Dos establecimientos del Arenal bilbotarra eran los sujetos de la inspección de Chicote. Dos establecimientos bellos, modernos, hasta diría que chics, que sufrieron de la poca cintura de los guionistas del programa. Su rutina les llevó a buscar problemas donde no existían y a regalarnos una escena remando que era para descalificar a un estudiante de primero de audiovisuales. Lo demás, machacando siempre en lo mismo, esa manera de descalificar todo sin matices, de entrar en la cocina como si fuera un sargento, que encontró en esta ocasión un freno en la cocinera que lo mandó varias veces a tomar por donde descansan las botellas. Una mujer que dijo que ella era ayudante de cocina, no cocinera, pero que el programa siguió con su esquema sin reparar en el importante detalle.

No fue una buena entrega, fue confusa, entre los supuestos clientes de la «reinaguración" estaban personajes de la noche de Bilbao, como La Otxoa, por lo que perdió credibilidad. Era una escena montada, para decir que tardaban en servir. Los propietarios intentaron que no se emitiera esa entrega con acusaciones de manipulación, provocar escenas no reales y hasta de homofobia. No sé si irán a los tribunales o con un apaño económico se arreglará. Lo que sí es que tuvo una audiencia en Euskadi del 20%. Mucha audiencia. O sea, El Broncas, gusta. O al menos el morbo de unos restaurantes en Bilbao señalados por sus dificultades llamó a los telespectadores locales.