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Maite SOROA | msoroa@gara.net

La ley de la fuerza

Mientras la mayoría de los periódicos del infraebro intentaban meter presión al juez español de la Gran Sala del Tribunal de Estrasburgo, al que han acusado de antipatriota, entre otras lindezas, en «El Correo» encontramos un texto de un viejo conocido de esta lupa, el exconsejero del PNV metido a ariete del unionismo, Joseba Arregi. En su último artículo pretendía dar lecciones de ética y democracia, afirmando cosas como que «la democracia ni empieza ni acaba con la obligación de escuchar la voz del pueblo», o que «la política democrática es un juego dentro de unos límites que vienen marcados, como se ha dicho, por el sometimiento al derecho. Ante el imperio del derecho no hay soberanía que valga, y la soberanía, la voluntad del pueblo pasa a ser democrática sólo si y cuando se somete al imperio del derecho, si y cuando deja de ser voluntad constituyente y se convierte en voluntad constituida, es decir, limitada, no soberana». Todo eso se aplica si la voluntad del pueblo no concuerda con las ideas del propio Arregi. Por cierto, ese derecho al que debe someterse la voluntad del pueblo ¿quién lo establece? Servidora pensaba que era el pueblo el que legislaba. Lo que pasa es que puede ocurrir que quien legisla y quien quiere ejercer su soberanía sean dos pueblos diferentes, uno más grande que el otro, y nuestro querido Joseba se queda con el grande. ¿A que sí?

Si total, después de tantos circunloquios, el exportavoz de Ardanza acaba en lo de siempre, en sus obsesiones: «clarificar las ideas en este sentido facilita bastantes cosas muy confusas en la política vasca: los presos de ETA no son presos políticos porque no están condenados por sus ideas, sino por sus asesinatos. Las víctimas asesinadas por ETA sí son víctimas políticas, sí poseen significado político, pues fueron asesinadas en nombre de un proyecto político totalitario: reclaman a gritos una política democrática. Pero no son víctimas de un conflicto político, ni lo son de su propia incapacidad de diálogo para la resolución de no se sabe qué conflicto. El diálogo en la política democrática sólo es posible respetando la gramática de la democracia constituida por las leyes basadas en el derecho. Lo demás es la ley de la fuerza y el chantaje. Nunca diálogo». Que pregunte a los milicos que ponen sus banderas en los montes vascos sobre la ley de la fuerza y el chantaje. Para Arregi diálogo es que él hable y el resto escuche.

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