El 9 de abril de 2013, jóvenes condenados por pertenecer a Segi rompen la sentencia condenatoria. Se inaugura el «Aske Gunea». Columnas de apoyo, concentraciones, charlas, talleres, juegos, acampada y manifestaciones. Diez días más tarde, más de 200 agentes de la Ertzaintza irrumpen en el Boulevard donostiarra. Los jóvenes son despojados de los derechos que reclaman. Algunos medios establecen que en la operación policial se ha usado la estricta violencia necesaria. No obstante, existen imágenes y testimonios que ofrecen otra visión de lo que realmente sucedió en ese espacio singular en el que la desobediencia parecía interrumpir, de forma temporal, las normas injustas del orden establecido.

«Aske Gunea» ha despertado mi interés por las formas de afirmación de las y los sujetos que resisten, así como las formas de cooperación comunitaria y colectiva. Parecía que la voz de Antígona se dejaba oír en ese «improvisado» espacio-refugio, reivindicando la Justicia verdadera frente a la autoridad de la Ley. Durante esas dos largas semanas, pensé en la vigencia de las ideas de Thoreau y en el pensamiento de Hannah Arendt, especialmente su teoría sobre el espacio público.

Chomsky dedica «Occupy» a las 6.705 personas detenidas por haber apoyado el movimiento «Ocupa Wall Street», haciendo visible la irrupción de una lucha tan inesperada como deseada. La dedicatoria toma forma de deseo: que sean muchas las personas que se unan a la causa.

Yo también quiero formular un deseo: que quienes están en contra de las condenas, denuncien el carácter autoritario, arbitrario e injusto de las mismas. Y que se unan a la causa.