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Gara > Idatzia > Euskal Herria 2006-03-24
Iñaki IRIONDO
El gran triunfo del voto nulo
·Alto el fuego de ETA: analisis

En estos dias sehacen constantes apelaciones a la sociedad. Pero, ¿De verdad sirven para algo? Quiza como respuesta pueda bastar un ejemplo. Sin lad emostración que supusieron los165.000 votos anulados de las elecciones municipales de 2003, probablemete hoy no estariamos en esta situación.

Batasuna acababa de ser ilegalizada un par de meses antes por orden del Tribunal Supremo de 27 de marzo de 2003. Las elecciones municipales y forales de ese 25 de mayo habían sido presentadas interesadamente por algunos como «el principio del fin» de la izquierda abertzale. Nada menos que 211 candidaturas fueron ilegalizadas por los tribunales españoles. El voto a cualquiera de ellas sería considerado oficialmente como nulo. Y más de 165.000 vascos y vascas tomaron la decisión de que en los comicios más cercanos a la ciudadanía, los que eligen ayuntamientos, juntas generales y Parlamento foral, iban a depositar en las urnas una papeleta que sería invalidada. Aquel acto masivo de insumisión ­sin precedente en ningún lugar de Europa occidental­ es una de las bases del actual momento político.

Las últimas elecciones en las que participó con anterioridad, las autonómicas de la CAV de mayo de 2001, habían sido un duro varapalo para la izquierda abertzale. Su representación en el Parlamento de Gasteiz cayó de 14 a 7 parlamentarias y parlamentarios. El PNV consideró que era el momento oportuno para darle la puntilla e inició un aislamiento político del grupo parlamentario negándose a suscribir ningún acuerdo con él, para tratar de reflejar su inutilidad política. Entre tanto, Aralar consumó su escisión. En ese contexto llegaron la ilegalización de Batasuna y los comicios municipales.

Los cientos de personas dispuestas a formar parte de las candidaturas, las miles de firmas que las avalaron, los más de 165.000 votos obtenidos, la evidencia de que de no haber mediado la ilegalización hubieran sido la segunda fuerza en número de concejales en Euskal Herria, sirvieron para convencer a la dirección de la izquierda abertzale de que tenía detrás suyo una amplia base social, reflejo de la fortaleza del proyecto político, que después se corroboraría en los 120.000 votos obtenidos en las elecciones a Cortes españolas y, aún con más mérito por la gran abstención, en las del Parlamento Europeo. En la visualización de esa fortaleza está el inicio de la reflexión que llevó a la izquierda abertzale a la Declaración de Anoeta, y de allí a la situación actual.

Por lo tanto, cuando se habla del papel de la sociedad, de lo que puede aportar cada persona a un proceso, no se está haciendo ­al menos no en todos los casos­ un discurso vacío. Los datos avalan la importancia de cada granito de arena.

¿Tregua o alto el fuego?

¿Permanente o indefinidida?

¿Galgos o podencos?

A nadie puede escapársele que el lenguaje, el uso de las palabras, es importante en un proceso de estas características, y que, con toda probabilidad, los términos empleados en el anuncio de alto el fuego permanente están sumamente cuidados. Pero, pese a todo, algunos debates que se han abierto en las últimas horas sobre la diferencia entre tregua y alto el fuego, sobre si permanente es más o menos que indefinido, con lecturas interesadas que pretenden hacer, además, de la utilización de estos conceptos un campo de batalla, resultan políticamente inútiles. Más aún si observamos que muchas de estas disquisiciones son del todo estériles si nos ajustamos a los originales en euskara que ETA ha hecho públicos a lo largo de los pocos alto el fuego que ha concedido en su historia.

Más útil que perderse en disquisiciones propias de filólogos es aplicar el sentido común. ¿Qué ofrece ETA? Que a partir de hoy no va a realizar acciones armadas. ¿Hasta cuando? Pues si todo va bien, para siempre, porque ya avisa de que está dispuesta a dar nuevos pasos. ¿Y si las cosas no van bien? Ese es un escenario del que no habla. Pero para hallar la respuesta da lo mismo que el alto el fuego se anuncie como permanente, indefinido o progresivo hacia el infinito. Las de- cisiones que fuera a adoptar la organización armada ante una quiebra del proceso democrático no vendrían determinadas por las palabras empleadas en la declaración realizada el miércoles. Por lo tanto, mejor será centrarse en los contenidos políticos que en las debates lingüísticos, que dejaremos para quienes no tengan otra cosa que hacer. Fueran galgos o podencos, el conejo debía correr igual si quería acabar con bien su camino.

Texto consensuado u organizacion derrotada

En todo caso, al margen de debates semánticos, sí que ha llamado la atención que el contenido de la declaración haya diferido de otras declaraciones anteriores tanto en su extensión como en los términos empleados. Eso ha dado lugar a una corriente de opinión, que ayer oficializó “El País” en su editorial, según la cual «el tono general del escrito, relativamente sobrio y bastante medido, parece indicar que se trata de un texto pactado. Lo que remite a la existencia de alguna forma de contacto previo, directamente o a través de intermediarios. Esto explicaría el optimismo gubernamental de los últimos meses frente a señales tan negativas como la continuidad de los atentados mafiosos y de la violencia callejera». Si el texto hecho público por ETA fue pactado o no será algo que, con toda probabilidad, el tiempo acabará despejando. De lo que sí se puede estar absolutamente seguro es de que ETA, una organización con más de 48 años de experiencia, no hace un anuncio como el del miércoles sin tener las cosas suficientemente atadas.

La declaración de alto el fuego permanente de ETA es, por tanto, fruto algún tipo de acuerdo. La pregunta que, por sentido común, surge a continuación es: ¿Por qué iba a querer alguien, y menos un gobierno como el español, buscar un acuerdo con una organización que, según insiste la propaganda oficial, ya estaba derrotada? ¿Por qué molestaron tanto las recientes palabras del consejero de Interior, Javier Balza, cuando dijo que ETA había reorganizado sus comandos, lo que a la vista de las numerosas bombas colocadas en poco tiempo saltaba a la vista sin necesidad de ser un experto policial?

¿Se cumplen las condiciones puestas por la resolucion del congreso del 17 de mayo?

Otro de los «debates-entretenimiento» que tomará fuerza en estos días es el de si la declaración de alto el fuego permanente satisface o no las condiciones puestas por la resolución del Congreso de los Diputados del pasado 17 de mayo para abrir un diálogo con ETA.

Hay varias fórmulas para encarar esta cuestión. Una es la de la literalidad del texto aprobado por el Congreso y que expresa que «las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia» se fundamentan en «una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción». Como puede comprobarse, la redacción es suficientemente ambigua como para que la interpretación de si se dan las condiciones o no queden en manos de la decisión política de la mayoría parlamentaria, que lo mismo podría decidir que existen sin que hubiera habido una declaración de alto el fuego, que puede seguir esperando no se sabe muy bien qué verificación de las actitudes inequívocas por los tiempos de los tiempos. Todo queda por tanto en manos de la valoración política que haga el Gobierno español o de las condiciones que podrían estar ya pactadas, si las hubiera.

Y aquí es donde viene la fórmula más lógica para acercarnos a este tema. Si el alto el fuego de ETA es fruto de algún tipo de acuerdo o de esos «contactos previos» de los que habla “El País”, es decir, si ya ha habido diálogo entre las partes, ¿qué sentido tiene preguntarse si se dan las condiciones para que ese diálogo se produzca? Las condiciones se dan hoy y, por lo visto, desde hace tiempo.

La segunda declaracion, ultima esperanza de los aguafiestas

El proceso que se abre en Euskal Herria pilla con el paso cambiado a la derecha española y también, claro está, a su columnistas y tertulianos, muchos de los cuales, a pesar de tener que escribir que el alto el fuego era una buena noticia, no se resistían a ponerle cuantos peros les fuera posible. Y, en este contexto, el anuncio de que GARAofrecería ayer una nueva declaración de ETA se convirtió en el último salvavidas para los aguafiestas. De nuevo, sin tener mayores conocimientos de los entresijos del proceso, aplicando sólo el más ele- mental sentido común, resultaba evidente que la nueva declaración sería una ampliación del «corte» de imagen y sonido remitido inicialmente, y que de ninguna forma podía contener elementos que desdibujaran o matizaran el anuncio hecho al mediodía. Sin embargo, los aguafiestas, algunos con nómina de «expertos en ETA» se sentaron a esperar que «tal vez, muchos de los optimismos del miércoles empiecen a atenuarse el jueves». Como es evidente que no fue así, habrán de buscar otro clavo ardiendo al que agarrarse para seguir sin querer ver lo que tienen ante los ojos.

Y esto va a ser muy largo, va para mas de una legislatura

El cohete del entusiasmo está todavía en pleno ascenso, pero es preciso tener en cuenta que este proceso irá para largo y el horizonte no está marcado. Si atendemos al ejemplo irlandés, vemos que puede prologarse por más de una o dos legislaturas. Por eso sería importante que el PSOE consiguiera acercar al PP a la «razón de Estado», para que el núcleo de la resolución no esté al albur de las cuestiones electorales.

Junto a ello, también es preciso que la ciudadanía asuma que las cosas no van a resolverse de la noche a la mañana, que un conflicto que dura siglos no se puede solucionar en unos pocos meses. Un alto cargo bien situado junto a lehendakari comentaba ayer que en menos de un mes surgirán las primeras voces de quienes anuncien que el proceso empieza a pudrirse porque no hay avances. Es un peligro que hay que conjurar. Pero tampoco es menos cierto que la evidencia de que el proceso será largo, duro y difícil ­como le gusta repetir a Zapatero­ no significa que deban permitirse movimientos dilatorios que lo único que pretendan sea extender la situación de alto el fuego sin que haya ningún tipo de contenidos.

La activación de la ciudadanía puede ser la vacuna tanto contra la impaciencia como contra la pereza. -


 
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