El siglo pasado un luchador ideó una estrategia de cambio social en base a crear focos de descontento y lucha con el sistema para así transformarlo. Parece que algunas instituciones han apropiado la teoría, aunque su versión del foquismo no tiene nada que ver con los objetivos y formas de aplicar la versión insurgente. Pero, quieran o no las instituciones, los resultados sí son extrañamente parecidos en cuanto a descontento social se refiere.
¿Queda algún colectivo de nuestra sociedad que haya escapado de la versión institucional del foquismo, o sea la creación de focos de descontento, incredulidad o frustración con el sistema, consecuencia de la imposición de proyectos y políticas económico-institucionales por encima de las necesidades, ánimo y deseo de cada colectivo? Alguna agrupación empresarial, tal vez.
Abundan ejemplos más o menos fuertes de foquismo institucional y uno reciente demuestra a la perfección su aplicación: el Ministerio de Fomento envió equipos técnicos a diferentes puntos del hipotético trazado de la Y-vasca para hacer catas pero los envió sin los permisos pertinentes para entrar en predios ajenos, por lo que una serie de personas, con la ley de su parte, les denegó la entrada. En vez de tranquilamente buscar el debido permiso y proseguir, Fomento ha optado por crear nuevos focos de descontento, con otra ley en la mano pero con un empleo conflictivo, provocativo, desmesurado e innecesario de ella, al iniciar un proceso de expropiación total de las parcelas donde realizar unas simples catas. Lo nunca visto.
Aunque ahora se plegasen todas las personas afectadas por las catas, las instituciones ya han creado un foco más de resentimiento, odio o repulsa, siendo el deno- minador común un creciente rechazo a su sistema y la supuesta democracia que lo sustenta. Sorprendentemente parecido al descontento social implícito en la estrategia del foquismo histórico.
Hay gente que se ríe de las personas que aún nos escandalizamos con estas cosas. Alegan que no merece la pena molestarse por algo que ven como intrínseco a nuestra sociedad y está claro que la clase político-burócrata cuenta con un sistema electoral que prima el corto plazo, una difícil reclamación de responsabilidad política y el desánimo de la población... pero unas cuantas personas seguiremos indignándonos para no perder la perspectiva. Quizá llegue el día en que el descontento social desemboque en cambio. -