El escritor brasileño Paulo Coelho ha recibido el premio “Alava en el corazón”, que concede al Diputación a quienes reconoce por su contribución a la difusión del territorio arabarra en el mundo. Paulo Coelho afirmó cortesía obliga que, con premio o sin él, él siempre llevará a Alava en el corazón. El escritor brasileño mostró un entusiasmado reconocimiento a la labor de la Fundación Catedral Santa María, por el «esfuerzo de construir, reconstruir y de aceptar lo que vi- vimos». Se dice que de bien nacidos es ser agradecido, y por ello, nada que objetar al autor de estos halagos.
Otra cosa muy distinta es lo que ocurre con el premiante, un Ramón Rabanera exultante, que llegó a considerar al Paulo Coelho «embajador» de Araba en el mundo. Y es que Rabanera es de casa, así que hay confianza para echarle en cara lo que ese acto solemne de ayer esconde. Porque como todo aquel que para presentar brillo a los de fuera esconde de mala manera las basuras bajo la alfombra, Rabanera, la Diputación arabarra y la propia Fundación Catedral Santa María han escondido a los ojos de Coelho y de todo el mundo todo un barrio, con sus edificios y habitantes.
El pasado sábado, sin ir más lejos, se inauguró un local que ha sido ocupado hace unas semanas, entre otras razones, para denunciar el PERI (Plan Especial de Rehabilitación Integral), que supone poner el casco medieval de Gasteiz a disposición de una estrategia turística en la que la Fundación Catedral Santa María tiene mucho que ver, pero para la que no se cuenta con la opinión del vecindario.
La «almendra» de Gasteiz tiene joyas arquitectónicas, históricas, artísticas como la catedral Santa María que merece la pena rescatar del abandono y del olvido. Pero cuando esa recuperación se enmarca en una actuación global que supone cambios de tal calado para la convivencia de quienes residiendo en él lo han conservado con vida hasta ahora, no puede hacerse, nunca, a sus espaldas. Y eso es precisamente lo que las instituciones peperianas de Araba están intentando llevar a cabo.
Alonso, Rabanera y Cía no son capaces de reconocerlo, pero la joya más valiosa del Casco Medieval de Gasteiz es que está vivo, que en él residen gentes que no están dispuestas a dejar que nadie convierta a este barrio en una postal sin vida. -