Mujeres de toda Euskal Herria y de todas las tendencias políticas ­salvo la derecha francesa y española­ presentaron ayer la plataforma Ahotsak y un documento de enorme trascendencia política, puesto que recoge las claves de la resolución del conflicto al tiempo que incorpora la reivindicación de género al proceso de normalización democrática. Una reivindicación que no es menor en este caso, porque, como señala el texto, «el protagonismo de los hombres y de las mujeres no es el mismo en la vida política de este país». Ahí se refleja una realidad que puede tener dos lecturas al mismo tiempo contrarias y complementarias. Como el protagonismo no es el mismo, los partidos y organizaciones sindicales pueden sentir que este tipo de movimientos no les comprometen como si los firmantes fueran varones, porque siempre pueden aducir que «son cosas de mujeres». Pero al mismo tiempo se evidencia, como se ha repetido en la historia, que las mujeres ­por razones a las que no son ajenas ni la opresión común que sufren ni la posición que padecen en los conflictos­ tienen una mayor disposición a superar las barreras sectarias y alcanzar acuerdos en la búsqueda del bien común.

Las redactoras de este documento, desde su diversidad ideológica, han dado en el clavo: paz con contenido de democracia y justicia;posibilidad de materializar todos los proyectos políticos en condiciones de igualdad,y que lo que la ciudadanía de Euskal Herria decida sea respetado incluso si exige el cambio del marco jurídico establecido. Si las distintas organizaciones a cuyos órganos de dirección pertenecen las firmantes de tan acertado escrito creen realmente en la igualdad ­como tanto subrayan en sus discursos teóricos­, ya no tienen mucho más que decir. Basta que suscriban lo acordado por sus representantes y pongan en marcha con su participación, que se ha demostrado tremendamente eficaz, la mesa de partidos que concrete los plazos y las fórmulas para hacer realidad lo recogido en ese documento.

A estas alturas, no cabe refugiarse en el discurso hipócrita de «qué buenas son las mujeres y qué gran capacidad de acuerdo demuestran» para, a continuación, tratarlas como elementos secundarios de la sociedad a las que se les dan unas palmaditas en la espalda pero no se les hace caso. Partidos y sindicatos ya tienen adelantado el trabajo de sentar las bases de la mesa con un elemento que quizá a las élites masculinas no se les había ocurrido: garantizar la igualdad de derechos y oportunidades hoy inexistente. -