Fede de los Ríos
De lobos y corderos
No conozco personalmente a Pepe Uruñuela pero comparto alguna amistad común. Y sé de su honrada y digna biografía. Vaya, por tanto, mi reconocimiento por delante. El conocimiento de su detención fue motivo, aun no compartiendo la ideología de la «no violencia», de mi autoinculpación en el proceso que instruyó un ególatra contra la Fundación Joxemi Zumalabe. Lo considero una persona lúcida, por eso no acabo de entender alguna de sus declaraciones en torno al sumario 18/98. Entiendo el estupor porque a uno le acusen de algo totalmente falso como puede ser la pertenencia a una organización de la que no forma parte. Ya que te juzgan, que sea por lo que haces. Pero la historia de todos los procesos políticos, desde el de Sócrates al que acusaron de corruptor de jóvenes, nos demuestra que no es así. Los libertarios Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti en 1920 fueron acusados de un crimen que no habían cometido. El secretario de la Internacional Comunista en 1933, Georgi Dimitrov, de la quema del Reichstag alemán. Toni Negri fue condenado en la Italia democrática de 1977 por la muerte de Aldo Moro a manos de las Brigadas Rojas, algo inconcebible. La lista es interminable. De la misma manera que el ateo más convencido siempre es el Papa, que tiene línea directa con el Espíritu Santo y a día de hoy todavía espera respuesta, la Audiencia Nacional, como todo tribunal de excepción, sabe que lo que debe juzgar no son los hechos, punibles o no, sino a los enemigos del Estado al que sirve. Por eso no entiendo la estrategia de su defensa. Demostrar ante los lobos que uno es un buen cordero no es una táctica muy inte- ligente. Menos aún que el rebaño al que pertenece no es de la misma cabaña que el resto. Decir que la desobediencia civil es incompatible con la violencia es algo cuando menos confuso, lo mismo que contraponer la ideología libertaria a la violencia. No encuentro nada acerca del tema en Proudhon, Kropotkin, Bakunin o Malatesta. Soy consciente que no es lo mismo ver los toros desde la barrera que torear, pero sinceramente no entiendo esas estrategias que dan como resultado involuntario, eso no lo dudo, el «yo soy bueno, los otros cincuenta y cinco no sé». Admiro a estos cincuenta y seis procesados por lo que tienen en común, ser enemigos del Estado y luchadores por una sociedad igualitaria. Por eso los quiero. -
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