Alizia Stürtze - Historiadora
Sanz: ¿Navarro o alemán de la Volkswagen?
Ese valiente cruzado que es el señor Sanz agita una vez más el fantasma del nacionalismo vasco y vota, junto a Alli, una fascista ley que pretende blindar al Gobierno de Navarra del asalto euskaldun, y prolongar así eternamente ese monopolio caciquil y clientelista del poder del que UPN (PP) viene disfrutando hasta ahora. Son ultracatólicos, pero aparentemente no les importa que su opusdeísta papa Benedicto XVI aproveche el V Centenario del nacimiento del euskaldun navarro Frantzisko Xabier para recomendarles que se apunten al proceso de paz en el País Vasco y en toda España.Como en tantas otras ocasiones, el PP navarro vuelve a utilizar al nacionalismo vasco como cabeza de turco; en esta ocasión, para ocultar tanto el miedo que las alternativas que abre el nuevo escenario le producen, como el fracaso de su gestión económica neoliberal que ha dejado en manos de una transnacional como la Volkswagen a esa comunidad foral que con tanto ardor patriótico defiende frente al enemigo. No deja de ser curioso que tan fervoroso y orgulloso adalid del navarrismo sucumba y tiemble ante la dictadura impuesta por una transnacional, y llame a los obreros a ceder y a flexibilizarse aún más de lo que hicieron hace cuatro años para que no se vayan. Sanz y UPN llevan años intentando hacer desaparecer las patentes contradicciones de clase de su comunidad tras el manto de una supuesta esencia navarra, logrando así la identificación ideológica de un importante sector social con la clase dirigente local políticamente dominante, y utilizando todas las herramientas a su alcance (enseñanza, iglesia, medios de comunicación, interés estatal por dividir a los vascos, represión directa e indirecta...), para cortocircuitar cualquier alternativa social y nacional a su rancio y clasista caciquismo, claro heredero del nacional-catolicismo franquista. Pero el capitalismo en su actual fase senil, como la define Samir Amin, no está para bromas. La revolución tecnológica en marcha y su necesidad de maximizar el beneficio le llevan a descomponer violentamente las formas anteriores de organización del trabajo y de las clases así como a un proceso de mutaciones estructurales compuesto de tres elementos básicos: aumento de la productividad, deslocalización e incremento de la subcontratación y el trabajo precario con el consiguiente deterioro de las condiciones laborales y de vida de la mayoría de la ciudadanía. Se trata de producir más con menos obreros y más baratos. Así, las 300 mayores transnacionales mundiales, la Volkswagen incluida, controlan más de un cuarto de la producción mundial, y, sin embargo, no proporcionan más que el 1% del trabajo. En esta nueva fase, más de la mitad de la humanidad es ya inútil: mientras unos se tienen que matar trabajando, otros se ven reducidos obligatoriamente al paro. En aras de la competitividad, además, las transnacionales exigen el desmantelamiento del Estado del bienestar para hacerse con una porción cada vez mayor de ese dinero público que antes se socializaba en sanidad, pensiones, salud... Para parar las balas del capital ya no vale pues con ser navarro (o navarro-español) ultracatólico y antinacionalista vasco. Como tampoco vale, por cierto, con ser vasco autonómico para librarse del aumento de la presión en el trabajo, de la flexibilidad y la incertidumbre constante, de las horas extra y las enfermedades laborales. Y es que el asunto no va sólo (como nos quieren hacer creer para que nos flexibilicemos) de deslocalizar para contratar mano de obra precaria y desechable en países subdesarrollados. La estrategia es más amplia y busca crear un nuevo proletariado flexible y precario también en los países del primer mundo (y en Navarra, claro). Así lo prueba el hecho de que la parte de los salarios en la riqueza global haya disminuido y de que en ese centro imperialista que son los EEUU, los working poor (trabajadores cuyo salario se sitúa por debajo del umbral de pobreza) constituyan una proporción cada vez mayor de la fuerza de trabajo. Así lo prueba también el que el núcleo del proyecto de Constitución Europea lo constituya la protección jurídica de las transnacionales europeas que necesitan del Estado para que con el dinero público les proporcione una mano de obra cualificada y flexible a través de la formación continua, les cree zonas baratas de producción libres de impuestos, y les mantenga en pie el monopolio de la violencia, criminalizando a los huelguistas o rompiendo su resistencia a base de represión pura y dura. Contrariamente a lo que se dice, el poder estatal no se ha debilitado en los centros imperialistas. Al revés, se ha reforzado, como demuestra el hecho de que los presupuestos del Estado no hayan hecho sino aumentar para cubrir precisamente las necesidades de las transnacionales en Policía, seguridad, Ejército, investigación militar y espacial, medidas antiterroristas... Y es que las transnacionales tienen patria: son entidades legales enraizadas en un país específico cuyos beneficios afluyen del mundo entero hacia su sede principal. De hecho, de las mil transnacionales más importantes, ochocientas tienen su sede en uno de los tres grandes centros imperialistas. La Volkswagen no es de cualquier parte: es alemana. ¡Una transnacional alemana chantajeando a un gobierno como el navarro que tanto alardea de patriotismo! ¡Qué contradicción! Bien harían quienes les votan en comprender por fin que ser navarro no implica identificarse con la clase dirigente. Ser navarro (y vasco) implica consagrar la propia riqueza económica al propio desarrollo, que es precisamente lo que quiere impedir la estrategia imperialista y que es justamente lo que no ha hecho el equipo del señor Sanz. Ante la perspectiva de marginación masiva que demanda la actual expansión del capitalismo, sólo podremos ser navarros (y vascos) siendo internacionalistas y luchando por hacer aflorar las contradicciones de clase y por de- rribar las relaciones sociales que aseguran el dominio del capital. Y, desde luego, echando del poder a nefastos políticos como Sanz que, como ha quedado demostrado, no es tan navarro como parece. -
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