Raimundo Fitero
Italia
Estoy mirando a Italia y sigue siendo para mí una tierra habitada por los seres humanos más exuberantes del mundo. Todo depende del ángulo que forman los rayos de sol al atardecer, pero una misma calle puede ser un siniestro lugar o una avenida de la luz. En términos generales, con los que más trato tengo me parecen seres brillantes que acumulan en su genética extractos multiculturales que se manifiestan en su quehacer diario. Arte, literatura, teatro, moda, belleza, la palabra convertida en un abrelatas de almas, bancos o corazones. Parole, parole.Pero ese país tan luminoso vive un proceso electoral con una única esperanza: acabar con el fascismo en pal color. Un fascismo berlusconiano fundamentado en el uso y abuso de las televisiones privadas y públicas. Un personaje mesiánico que empezó siendo algo curioso y se ha convertido en un peligro. Anidado en el seno de una sociedad formada por unas gentes capaces de comulgar con hoces y martillos, de encontrar el punto al risoto de manera mágica, que ha hecho del pomodoro un culto, y que vienen de nociones de la humanidad, el Estado y el ser humano dibujados por Terencio o Pirandello. Entre tantos focos luminosos, surge un personaje a medio camino entre el cómico desgarrado, el camorrista melifluo dedicado a controlar el mercado de berenjenas y el dentista que canta tangos por la noche, y desde la gestión de empresas, un equipo de fútbol y el dominio del mando a distancia se instala en el poder y lleva la corrupción al ejercicio diario de la gobernación. Italia, pese a todos sus gobiernos, desgobiernos, corrupciones, sigue existiendo, sigue creando, soñando, pintando, peinándose con gomina, montando en las motos más ruidosas, comiendo los mejores carpacios de salmón. Y hoy deciden los votantes si debemos seguir viendo en nuestros noticiarios al populista fascistoide dueño de las señales televisivas o a un tal Prodi que viene de Europa y dicen que es serio. El objetivo básico de una parte de Italia es apartar a Berlusconi del primer plano. Pero el daño que ha podido hacer a toda la estructura social solamente se soluciona con un pacto siciliano. Seguimos atentos a sus pantallas amigas y enemigas. -
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