Martin Garitano
Jugar
Han detenido a Ibon Meñika y, en Tele5, muestran unos bonos de 60 euros a favor de ETA dispuestos, dicen, para su venta masiva entre la población. No sé qué confianza se puede otorgar a la mentada cadena, pero a efectos de la reflexión, sirva creerlo de pies a cabeza. Tampoco sé qué habrá de verdad en la historia de las cartas denunciadas por el gran patrón Ayesa. Igual que en el caso anterior, sin más datos que permitan la verificación de las denuncias, hagamos como que todo es cierto. Y llega así la gran pregunta: ¿Y qué pasa si ETA emite unos «bonos» mediante los que solicita ayuda económica a sus simpatizantes? ¿Dónde está la extorsión? ¿Dónde la amenaza? Dirá alguien que se trata de un delito de financiación de una organización ilegal, pero antes de tan pomposa exclamación debiera hacer una seria reflexión: ¿Cuántos miles de seguidores tiene una organización que emite «bonos» para su financiación? ¿Por qué hay al parecer tanta gente dispuesta a financiar a una organización que algunos quisieran marginal? Y, ¿qué pasa si ETA pide dinero a quien lo tenga sin mediar amenaza, ni explícita ni encubierta, para financiar un proceso que pueda concluir en la playa de la normalización y la paz justa? Habrá que entender que si alguien se niega a dar tal ayuda, sin que medie coacción alguna, no habrá más castigo que el de su propia conciencia y, en consecuencia, no hay delito que juzgar. Es hora de que determinadas posiciones, trufadas de cinismo, pierdan peso. Quienes han hecho profesión de la demanda del silencio de las armas no pueden no deben gritar ahora como los fariseos porque ETA busque los fondos precisos para afrontar ese proceso. No es la hora del cinismo sino la de la cordura. Y quienes quisieran que todo se fuera al traste, que el proceso que busca ahora una puerta de salida para iniciar su andadura acabara chocando contra una puerta infranqueable, deberían saber que lo que hoy es esperanza, mañana puede ser tragedia. Que hay decisiones firmes y sinceras que, con ac- titudes como las señaladas, pudieran venirse abajo. Que, en definitiva, hay decisiones permanentes que, si no se crean las condiciones necesarias, pudieran no ser definitivas y que más nos valiera a todos trabajar para crearlas. No jueguen con fuego, por favor. Y si quieren jugar sepan, como los niños, que por la noche es probable que se meen en la cama. -
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