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Gara > Idatzia > Iritzia > Editoriala 2006-04-25
Escape en Chernóbil y apología nuclear

Corrían las últimas horas del 25 de abril de 1986 y los ingenieros de la central de Chernóbil procedían a realizar un ejercicio de seguridad. Sin embargo el estado real de la planta en los momentos previos al ejercicio distaba mucho de ser el que figuraba nominalmente. El reactor RBMK presentaba una situación inestable, que los técnicos corrigieron inicialmente, para continuar con el ejercicio previsto. Ese y otros errores humanos se aliaron con los déficits de la instalación y causaron, a la hora fatídica de las 01:23 de la mañana del 26 de abril, la explosión y posterior incendio del reactor número 4 de la central, situada a un centenar de kilómetros al sur de la capital ucraniana, Kiev. A resultas del accidente se produjo una nube radiactiva que afectó gravemente a la población local, pero que dejó secuelas importantes en la salud y el medioambiente no sólo de Ucrania, sino también de la Federación Rusa y Bielorrusia. En sólo unas horas, los sistemas de control de radioactividad marcaban niveles inusitadamente altos también en los países bálticos, en Centroeuropa y hasta en Grecia, Italia y el Estado francés.

Los efectos iniciales fueron devastadores. La fusión del reactor causó la muerte inmediata a 444 personas, entre militares, técnicos y obreros especializados que procedían a construir el quinto reactor en Chernóbil. A esos primeros fallecimientos se sumarían, poco tiempo después, más de una treintena de víctimas, pertenecientes a los cuerpos de bomberos. Fueron, por este orden, las personas que acudieron a apagar el incendio y, más tarde, las que procedieron al sellado del reactor ­los llamados liquidadores­, las que pagaron una factura más alta, tanto en vidas como en enfermedades. Sólo en Ucrania 300.000 personas fueron movilizadas para participar en esas tareas y al menos otras tantas llegaron de otros puntos de la Unión Soviética.

A partir de los informes locales, las organizaciones internacionales estiman en unos 200.000 los fallecidos desde el accidente y en más de siete millones las personas afectadas por la radiación, que sigue matando y lo hará durante décadas. Son cifras aproximadas, ya que desde instancias oficiales se ha tratado siempre de minimizar las consecuencias de una tragedia que es obligado tener presente, y más cuando ciertos gobiernos se escudan hoy en el Protocolo de Kioto para hacer apología de la energía nuclear, olvidándose de los muertos del átomo y de la pesada carga de los residuos. -


 
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