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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-04-25
Carlos BRAVO | Responsable de la campaña de energía nuclear de Greenpeace
«En cualquier país europeo podría repetirse el accidente de Chernóbil»
A punto de cumplirse los primeros veinte años desde el desastre nuclear de Chernóbil, en Ucrania, el responsable de las campañas antinucleares de Greenpeace en el Estado español, Carlos Bravo, analiza en esta entrevista las consecuencias dos décadas después de aquella tragedia, no exenta de volver a repetirse, advierte.

Chernóbil no es pasado, sino presente, viene a decir este veterano activista antinuclear, quien no duda de que otra central nuclear, la de Garoña, tiene fecha de caducidad y no, precisamente, la que pretende su propietaria Nuclenor.

­Veinte años después de Chernóbil, la pregunta es obvia, ¿hemos aprendido la lección?

La historia de la industria nuclear está plagada de accidentes que han venido a demostrar inequívocamente la peligrosidad de esta fuente de energía. El accidente de la central de Chernóbil, el más grave ocurrido por el momento, zanjó para siempre el debate sobre la peligrosidad de la energía nuclear y las catastróficas consecuencias de un accidente nuclear. La catástrofe de Chernóbil ha dejado claro al mundo entero que las consecuencias ecológicas, sanitarias y económicas de un accidente nuclear son incalculables. Pero, sobre todo, ha demostrado que los riesgos de la energía nuclear suponen una amenaza que no conoce fronteras ni espaciales ni temporales.

­¿Ha calado esa misma idea en la sociedad europea?

Los sondeos de opinión tanto en España como a nivel internacional, por ejemplo el último Eurobarómetro de la Comisión Europea, reflejan claramente que la inmensa mayoría de los ciudadanos es contrario a la energía nuclear. Podemos decir que la ciudadanía ha aprendido la lección de Chernóbil, pero, sin embargo, la industria nuclear no ha querido hacerlo y tampoco aquellos grupos políticos que están más preocupados por satisfacer los intereses particulares de las compañías eléctricas y de las grandes corporaciones metidas en el negocio nuclear que en defender el interés general y el bien común.

­Desde instancias como el Foro Nuclear español se insiste en que aquello es imposible que pueda ocurrir, por ejemplo, aquí. ¿Hasta qué punto es cierto lo que dice?

En España o cualquier otro país occidental con centrales nucleares podría pasar un accidente tanto o más grave que el de Chernóbil. Aunque no pudiera repetirse exactamente el conjunto de problemas técnicos y errores humanos que se dio en Chernóbil, existen infinitas combinaciones de fallos técnicos o humanos que pueden llevar a un accidente grave en las centrales de nuestro parque nuclear. De hecho, Chernóbil, aún siendo el accidente nuclear más grave hasta ahora ocurrido, no es un caso aislado. Recordemos el de Harrisburg, el 28 de marzo de 1979; Windscale, en Gran Bretaña; Sant Laurent d’Eaux, en Francia; o el de Vandellós-I, el 19 de octubre de 1989, donde se declaró un incendio en la zona de turbinas, a consecuencia del que la central se quedó sin capacidad de refrigeración durante un largo tiempo, por lo que estuvo a punto de producirse una liberación de radiactividad al exterior.

Todos los tipos de reactores nucleares, independientemente del origen de la tecnología, tienen problemas de diseño imposibles de resolver. A estos hay que sumar los numerosos problemas técnicos que van apareciendo, con más frecuencia a medida que va agotando su vida útil, y la progresiva pérdida de cultura de seguridad.

­El informe que la ONU publicó el año pasado haciendo balance de aquella catástrofe de hace veinte años no les dejó muy satisfechos a ustedes.

El informe de la ONU, promovido por el pronuclear Organismo Internacional para la Energía Atómica, perteneciente a Naciones Unidas, es sólo un nuevo intento de tratar de minimizar la verdadera magnitud de la catástrofe de Chernóbil. La OIEA y otras agencias pronucleares llevan haciendo eso desde 1986. En este último caso, han tergiversado informes de expertos internacionales en salud que han trabajado en el caso de Chernóbil. Para el lobby nuclear, la mentira es una constante, todo vale con tal de tratar de confundir a la opinión pública.

Pero otros datos de la ONU, de otras agencias o de misiones sobre Chernóbil no controladas por el OIEA, reflejan otra realidad. Un área de 160.000 km2 (el tamaño de Holanda) permanece fuertemente contaminada, a niveles de radiactividad que en la Unión Europea obligarían a evacuar a toda la población afectada. Coincidiendo con el 14º aniversario del accidente de Chernóbil, la ONU publicó un informe donde se recapitulaba sobre sus devastadoras consecuencias. De acuerdo a los datos de este informe, el número de personas afectadas se cifraba en unos 7 millones en las repúblicas de Bielorrusia, Ucrania y Rusia, de los cuales 3 millones son niños. Todavía viven 1,8 millones en zonas contaminadas, algunos cientos de personas han decidido volver a la zona de exclusión de 30 kilómetros. Los muertos oficiales por la catástrofe se cifraban en 165.000 y se advertía de que su número seguiría creciendo durante años.

­¿Siguen padeciéndose las consecuencias de aquel escape?

Hoy día, transcurridos 20 años desde la catástrofe, las cifras de los expertos apuntan a entre 300.000 y 400.000 víctimas mortales como consecuencia de la radiactividad liberada en este accidente nuclear. Millones de personas han sido afectadas por la radiactividad liberada por Chernóbil. Cerca de 2 millones de personas viven en áreas altamente contaminadas, cultivando tierras contaminadas por isótopos radiactivos cuya vida radiactiva se prolongará durante cientos, miles y decenas de miles de años, según los casos. Consumiendo alimentos contaminados, bebiendo leche y agua contaminada, respirando aire contaminado radiactivamente. Sin duda, muchas generaciones aún por venir sufrirán las consecuencias de la radiactividad liberada en 1986 en Chernóbil. Y ello es tan sólo la punta del iceberg.

­Sin embargo, la energía nuclear da la impresión de que se está vendiendo en los últimos tiempos como la garantía de que los objetivos de protocolos como el de Kioto se cumplan. ¿Tiene esa misma opinión?

Es que siendo consciente de su situación de declive a nivel mundial, la industria nuclear está buscando desesperadamente una justificación que les permita renovar las ayudas y subsidios estatales que ha estado recibiendo desde sus orígenes. La industria nuclear viene protestando cada vez más insistentemente que como las centrales nucleares no emiten dióxido de carbono, el único camino para reducir las emisiones de CO2 sin cambiar radicalmente los patrones de consumo es sustituir las centrales térmicas de combustibles fósiles por centrales nucleares.

­¿Y qué tiene de cierto ese argumento?

Hasta el análisis más superficial de este asunto demuestra que la energía nuclear no puede jugar ningún papel para tratar de solucionar el problema del cambio climático mundial. Esto es tan evidente que el 23 de julio de 2001 los países reunidos en la Cumbre de Bonn sobre Cambio Climático acordaron excluir la energía nuclear de los mecanismos del Protocolo de Kioto, que regula las políticas y medidas para combatir el cambio climático.

En primer lugar, si bien es cierto que las reacciones de fusión nuclear que tienen lugar en el combustible de uranio alojado en el interior de la vasija de un reactor nuclear no produce CO2, también es cierto que la generación de electricidad por medios nucleares sí emite CO2. Así es. Está demostrado que por cada kwh producido, la energía nuclear emite más CO2 que cualquiera de las energías renovables. Y, por contra, está probado que las inversiones dirigidas a promover la eficiencia energética son siete veces más efectivas que las dirigidas a la energía nuclear a la hora de evitar emisiones de CO2.

­Pero escuchamos últimamente que mientras hay países que quieren volver a apostar por las centrales nucleares, otros las cierran, ¿quién está ganando este pulso?

Actualmente, la energía nuclear proporciona menos del 7% de la energía primaria que se consume en el mundo, un porcentaje que lleva décadas disminuyendo. A pesar de la reciente e intensa campaña de propaganda del lobby pronuclear, es un hecho incontestable que la industria nuclear se encuentra en una situación de pronunciado declive en todo el mundo, hecho que viene acentuándose en los últimos años.

Actualmente, salvo en Finlandia, ni en Norteamérica ni en Europa Occidental hay reactores en construcción. Suecia, Alemania y Bélgica tienen planes activos para abandonar la energía nuclear. En Europa del Este sólo se están construyendo un puñado de reactores. Incluso en Asia, a menudo presentada por la industria nuclear como la próxima región del mundo que construirá muchas centrales, los programas están rápidamente reduciéndose y cancelándose. En la próxima década es de prever que este declive continuará y, a medida que la verdad sobre los costes económicos y medioambientales del desmantelamiento de instalaciones nucleares y de la gestión de los residuos radiactivos salga a la luz, es probable que esta tendencia a la baja se acelere mucho.

­Vengámonos más cerca. Hace sólo unas fechas el presidente de Nuclenor decía que los ecologistas iban a ir ahora a por Garoña tras el cierre de Zorita. ¿Garoña se cerrará?

Llevamos denunciando el funcionamiento peligroso de Garoña desde hace muchos años. Sus graves problemas técnicos demuestran el agotamiento de su vida útil. También son preocupantes los datos del Instituto de Salud Carlos III del Ministerio de Sanidad que apuntan a tasas anormalmente altas de diversos tipos de cáncer en el entorno de Garoña, tasas que muestran un incremento tras el inicio de actividad de la central en 1971. Garoña y Zorita son dos centrales de las llamadas de la primera generación. Ambas funcionan de forma muy peligrosa, han agotado su vida útil, están sobradamente amortizadas. Lo lógico es que junto con la de Zorita, se ordenara el cierre inmediato de Garoña. Y en ello vamos a seguir trabajando. Garoña va a cerrar, y mucho antes de lo que desearía Nuclenor.

­De momento, Garoña está en puertas de saber si tendrá una prórroga más para su funcionamiento. ¿En qué momento está la decisión?

Su Permiso de Explotación Provisional (PEP) caduca en 2009. Este Permiso debería haber sido suspendido ya en 2004 cuando se supo que habían aparecido nuevos problemas de agrietamiento en componentes de la vasija del reactor. Este hecho es un problema de seguridad que no se había previsto cuando se concedió el PEP en 1999 y por lo tanto motivo más que suficiente, de acuerdo al condicionado del PEP, para suspender la autorización de funcionamiento. Nuclenor ha anunciado que tiene intención de pedir una prórroga para otros 10 años más. Un auténtico desatino. La documentación la tendría que presentar al Consejo de Seguridad Nuclear entre 2 y 3 años antes de que venza el PEP. No nos consta que lo haya hecho todavía, pese a sus reiterados anuncios públicos al respecto.

­¿Cumplirá el PSOE lo prometido en su programa electoral sobre las centrales nucleares?

Recientemente, el pasado 4 de abril, Soraya Rodríguez, responsable de la Secretaria de Medio Ambiente de la Ejecutiva Federal del PSOE, en rueda de prensa con Francisco Garrido de Los Verdes, se reafirmó en el compromiso del PSOE y del Gobierno de «sustituir progresivamente la energía nuclear por energías más limpias, más seguras y menos costosas», que es lo que dice el programa electoral. Este compromiso electoral y de Gobierno, ha sido reiterado varias veces por el presidente Zapatero a lo largo de la legislatura, la última vez en el Debate del Estado de la Nación de mayo de 2005. Sin embargo, el ministro de Industria ha hecho declaraciones, más o menos explícitas, en sentido contrario, en diversas ocasiones. No obstante, esperamos que el PSOE y Zapatero pasen rápidamente de las palabras a los hechos en esta legislatura y pongan en marcha un plan de cierre progresivo pero urgente de todas las centrales nucleares españolas, empezando de forma inmediata, por motivos de seguridad, por la de Garoña. -


 
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