Carlos Iglesias echa por tierra tópicos sobre la emigración en su primer film
El tema de la emigración se ha llevado innumerables veces a la gran pantalla, pero siempre contada como una historia de sufrimiento y sacrificio, donde suele aflorar el racismo y la incomprensión. Pero la historia que vivió el actor Carlos Iglesias, que presentó ayer su film en Bilbo, fue muy diferente. Para él y su familia, los cinco años que pasaron en Suiza fueron los mejores de su vida. Lo duro fue la vuelta a Madrid. Esto es lo que ha querido contar en «Un franco, 14 pesetas».
BILBO
ACarlos Iglesias le duele ver cómo se trata a los emigrantes en el Estado español, sobre todo cuando lo compara con el trato que recibieron sus padres, dos de los 4 millones de españoles que en los años 60 salieron a trabajar a países del norte de Europa. «Oía comentarios sobre lo fríos que son los suizos, como si nosotros fuéramos los generosos. Y me empezó a entrar la necesidad de contar mi historia».
Carlos Iglesias, actor de cine, televisión y teatro, conocido sobre todo por programas como “Manos a la obra” y “Esta noche cruzamos el Misissippi”, pasó en Suiza la mitad de su infancia. «Mi padre dice que los mejores años de su vida fueron los que pasó allí. Para mí, llegar a aquel pueblo suizo fue como entrar en un jardín maravilloso, con el río, los bosques, la bicicleta, el trineo. Aquello era un mundo impensable para los españoles, con lagos nudistas y bailes donde la iniciativa sexual la llevaban las chicas».
Su película narra una situación en la que los emigrantes son recibidos con cariño, en un país moderno y de mentalidad avanzada donde la calidad de vida guarda una diferencia abismal con la de la España franquista. Y lo hace con un tono cercano al neorrealismo, en el que no se evitan las situaciones cómicas que provoca el choque de culturas. «Hasta ahora, dice Carlos Iglesias en el cine español sólo se habían hecho películas como ‘Vente a Alemania, Pepe’ donde básicamente te decían que como en tu pueblo no se estaba en ningún sitio. Cuando la realidad es que a los que volvimos, en nuestro país nos trataron mucho peor que en el extranjero».
Para él, la vuelta fue «traumática», bastante peor incluso de lo que refleja la película. «Dos días después de llegar, quedé aterrorizado por una escena que vi en mi calle: un grupo de chavales pegaron una paliza a dos perros que estaban enganchados hasta dejarles desangrados. No podía soportar mi país. Pasé dos años sin salir de casa, del colegio a mi cuarto. Fue trágico. Nunca les perdoné a mis padres que hubiéramos vuelto». Todo este dolor lo ha revivido escribiendo la película. Hoy, ve las cosas con otra perspectiva, pero desde que ganó su primer sueldo viaja cada año a Suiza. Esta película es muy fiel a su experiencia y a la de los casos que conoció de cerca. «Antes de hacer la película hice un trabajo de campo y me entrevisté con 58 familias de emigrantes y también con muchos suizos, porque quería saber cómo vivieron la avalancha que se les vino encima». Con todo ello escribió “Un franco, 14 pesetas”, guión que al principio ningún productor quiso apoyar porque «no tenía sangre. Por definición, la emigración tenía que ser muy triste y los rubios tenían que ser muy malos con los morenos. Pero esa no era mi historia». La película está rodada en escenarios reales, incluso los dos hogares, el español y el suizo, son los que habitó en su infancia el propio Iglesias.
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