Personal
Con apenas 28 años, el valenciano Albert Sanz es uno de los nombres más laureados del joven jazz peninsular. Si los discos de fines de los 90 junto al bajista David Mengual fueron ya celebrados por la crítica, su última grabación como líder, “El fabulador”, ha sido considerada la segunda mejor del pasado año. Por eso, existía lógica expectación.
El concierto comenzó con temas complejos, entroncados en el free jazz, con versión de Ornette Coleman incluida. Una música sutil y reflexiva que hubiera precisado de un público más atento. A medida que Sanz modificaba las tonalidades de su piano eléctrico, el concierto derivó hacia estilos más transitados. La nota común hay que buscarla en la autoría de la música escuchada. Nada menos que ocho de los diez temas eran composiciones del líder del trío, algunas muy recientes. Esta abundancia de ideas propias y la entrega a una intensa exploración musical caracterizó un concierto exigente, intimista, que fue de menos a más por lo que al ritmo respecta (la actuación terminó con un blues y un standard), y nos mostró a un músico capaz de adentrarse en nuevos y arriesgados territorios saliendo indemne y exitoso del intento.
Se nota que Sanz ha sabido integrar todas las influencias del pianismo de vanguardia (desde Monk hasta Andrew Hill) e intenta destilarlas en un estilo personal, proteico e imprevisible. Y también, que elige muy bien a sus acompañantes. El japonés Kamaguchi dejó clara su enorme clase realizando espectaculares solos en temas como “After back” o “Sésamo”, los momentos más intensos de la noche. Por su parte, el jovencísimo Miller, recién llegado de Nueva York, fue ejemplo de sutileza en el manejo de las baquetas.
Cabe decir, en conclusión, que son los músicos pletóricos de interesantes ideas, como Sanz, los que aseguran el futuro del jazz. -
Javier ASPIAZU
|