En el número 887 de la revista “Politis” aparece un artículo titulado «País Vasco: Superar el conflicto a través del diálogo». Gerard Onesta, diputado de los verdes y vicepresidente del Parlamento Europeo, señala, en la entrevista que le realizan, que «toda idea de la construcción europea, desde su origen, es la de superar los conflictos a través del diálogo». La frase no deja de poseer un profundo contenido de buena voluntad y de optimismo.
En la sala de lo penal del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, la Asociación Social y Cultural Foro de Ermua ha interpuesto querella criminal contra el lehendakari de la CAV Juan José Ibarretxe, y los miembros de la ilegalizada Batasuna Arnaldo Otegi, Pernando Barrena y Juan José Petrikorena.
La querella criminal ha sido interpuesta por la reunión mantenida entre ellos el pasado 19 de abril en Ajuria Enea, y en base a los delitos de desobediencia, quiebra de medida cautelar, reunión ilícita, prevaricación y denegación de auxilio a un particular para impedir un delito, tipificados todos ellos en los artículos, 556, 468, 513, 404, y 412-3 del Código Penal.
Uno de los argumentos esgrimidos por la asociación que ha presentado la querella es que «Batasuna aparece incluida, junto a ETA, Euskal Herritarrok y Herri Batasuna, en el registro de entidades y organizaciones terroristas del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América».
Todo un gesto de reconocimiento hacia los Estados Unidos.
En Madrid, en fecha 27 del presente mes de abril, la sección tercera de la sala de lo penal de la Audiencia Nacional de Madrid, «y en nombre de S. M. el Rey», condena «al acusado Arnaldo Otegi a la pena principal de quince meses de prisión, y accesoria de siete años y tres meses de inhabilitación absoluta».
Mientras tanto, en Euskal Herria se habla de diálogo, aunque no todos crean en él, al menos como método de la resolución del conflicto con el Estado español, y es que existen tantos modos y formas de diálogo que cada uno se refiere al modelo que más desea o que se imagina como ideal para que le sirva de relajo.
Correctamente entendido, según los diccionarios, el diálogo es la conversación entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan su pensamiento y escuchan. Nunca se dice que el diálogo lleve a la acción. Al fin y al cabo el diálogo es asunto de palabras.
En su forma literaria el diálogo fue utilizado ya por los griegos. El diálogo literario viene a ser un pequeño drama sin teatro e incluso sin cambio de escena. Platón lo utilizó como método de enseñanza. Son famosos todos sus diálo- gos, de los que La Fontaine decía que eran vivaces, fieles en cuanto a su tonalidad y muy exactos en cuanto a la manifestación de las oposiciones de opiniones de los pretendidos actores. Los 28 diálogos escritos por Platón son un género literario propio de un educador. Hace intervenir a distintos personajes que defienden diferentes posiciones frente a un problema dado. A todos ellos Platón les conduce a la contradicción destruyendo sus argumentos. Se podría decir que los diálogos del filósofo griego son diálogos imposibles, sin salida, lo que se dice diálogos aporéticos.
No imaginaba que ese tipo de diálogo, el aporético, tan vano como estéril, estuviera tan tipificado. Unos lo definen como «contradicción en el razonamiento, que se manifiesta como un callejón sin salida». Otros, como Diderot, identifican el diálogo aporético como una «manifestación de la duda ante una incertidumbre». Según el “Diccionario Internacional de Términos Literarios”, el diálogo aporético se ha puesto de moda en el siglo XX para referirse, simplemente, a un «callejón sin salida».
He aquí que por fin he comprendido de qué tipo de diálogo hablan los políticos más fuertes y poderosos en Euskal Herria tras la declaración de alto al fuego de ETA. Se trata de que cada uno diga lo que le parece sin que nada de lo que el súbdito manifiesta tenga significado ni sentido alguno para quien, ostentando el poder, oye, aunque no escuche. Los discursos de este periodo me recuerdan las frases de Vladimir en la obra “Esperando a Godot” cuando dice: «Lo cierto es que el tiempo, en semejantes condiciones, transcurre despacio y nos impulsa a llenarlo con manejos que, cómo decirlo, a primera vista pueden parecer razonables y a los cuales estamos acostumbrados». Se trata de un «diálogo sin salida».
El PSOE recibió del Partido Popular en herencia toda una estructura social y política digna del más avezado y autoritario político, meritorio sucesor del destructor de la República. Todo un conglomerado de fiscales, jueces, magistrados, carceleros, cuerpos armados, capaz de destruir por la fuerza todo amago de crítica social o política.
Lo tiene mal Rodríguez Zapatero si antes de las próximas elecciones desea hacer de su España un país más demócrata y civilizado. Tal vez porque lo sabe, sus palabras, así como sus hechos, los realiza con temor, como quien camina a tientas sobre un terreno completamente minado por las fuerzas de la pertinaz y recalcitrante derecha.
El poder político en la CAV dice pero no hace; habla, pero con la boca pequeña; teatraliza pero no dialoga; oye pero no escucha. No puede pedir a gritos que se suprima la aberrante Ley de Partidos. ¿Qué sería de su poder en los ayuntamientos si de golpe Batasuna se pudiera presentar a las elecciones en los municipios?
La Iglesia católica, tan «dialogante» cuando habla ex cátedra o escribe encíclicas, insta desde Roma a que el PSOE dialogue con ETA, mientras que para los asuntos de la enseñanza pública envía al Ejecutivo a enfrentarse con su Conferencia Episcopal, otro reducto de totalitarismo.
Nunca es posible un diálogo en el sentido que necesitamos, de francas conversaciones para un acuerdo, si es que éste no se realiza entre personas o grupos con intereses, si no comunes, sí al menos similares. Y hoy por hoy los partidos que ostentan el poder no parecen estar dispuestos a ese tipo de maniobras ni acuerdos. ¿Derrotismo? No lo creo. Simplemente me niego a crearme falsas esperanzas, como las de «bienaventurados los que sufren persecución por la justicia...».
Los políticos no parecen admitir que muy por encima de la eficacia de sus acciones se encuentran la moral, la democracia y la justicia; que no pueden argumentar ni supeditar, y menos aún justificar, el cumplimiento o la vulneración de la justicia a actitudes de determinados grupos políticos por muy agresivas que estas les resulten.
El camino a recorrer, únicamente para que el Gobierno español dicte unas leyes más acordes con la democracia que podemos exigir, para que descomponga los entuertos totalitarios realizados desde el derrocamiento militar de la república, será un camino largo y escabroso. Lo que no podemos hacer es esperar que la tregua de la organización armada provoque, de manera inmediata, un diálogo permanente y que conduzca a cambios radicales de posicionamientos políticos. La presión política para que se produzca el diálogo y la acción consecuente nos corresponde a nosotros, y por bastante tiempo. -