Los aniversarios se agolpan: 75 años de la segunda República española y del proyecto de Estatuto de Lizarra, setenta del golpe fascistaŠ y treinta de las matanzas de Gasteiz (3 de marzo) y Montejurra (9 de mayo). Hace ahora tres décadas, la montaña sagrada de los carlistas, lugar de encuentro para la oposición antifranquista en los años 70, se tiñó de sangre. Fue una operación perfectamente planificada desde los aparatos del Estado, cuyos objetivos políticos se han evidenciado con el paso del tiempo. El actual tinglado político-institucional se construyó golpeando a los que no quisieron aceptar una reforma liderada por un individuo nombrado a dedo por el mismísimo Franco. Montejurra, los asesinatos de Gladys del Estal, Joxe Arregi y otros y la razzia de Sanfermines de 1978 fueron eslabones de una cadena de actos de fuerza con los que se quiso apretar el cuello de la sociedad navarra para evitar que siguiera pidiendo a gritos libertad. Gracias a aquella violencia los franquistas impusieron su Navarra foral y española, a la que luego llamaron Comunidad Foral, para disimular.
La operación desarrollada aquel día en torno a Montejurra fue denominada, significativamente, «Reconquista». El objetivo, decían, era recuperar un símbolo que los izquierdistas y separatistas habían mancillado. Lo que en realidad pretendían reconquistar era una Navarra que escapaba de las garras de los franquistas y quería echar a volar. Los tiros a matar tenían el objetivo de cortar el vuelo de toda una sociedad, e imponer a la ciudadanía navarra un aislamiento que sólo beneficiaba al Estado español y a la derecha.
Pasados treinta años se comprende mejor el papel que el terrorismo de estado jugó en la transición. Fue el ingrediente fundamental de un potaje en el que no faltaron los engaños, las manipulaciones, los cambios de chaqueta y las traiciones. Pero se equivocaron quienes creyeron que habían matado la esperanza. El clima que se vive ahora mismo en Nafarroa lo demuestra.
Aquella Reconquista sembró el miedo y el dolor, pero fracasó. Ahora promueven otra cruzada, y hablan de moneda de cambio y dicen defender la voluntad de los navarros, pero tienen miedo. Y no son sólo los fantasmas del pasado los que turban sus sueños. Tienen miedo al futuro, tienen miedo de que Navarra hable. -