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Gara > Idatzia > Mundua 2006-05-06
25 años de la muerte de bobby sands
«Los hombres de la manta», una lucha que sigue dejando secuelas 30 años después
Palizas, baños forzados con estropajos y detergente ante la mirada del médico de la prisión, excrementos esparcidos por las paredes, cacheos integrales, anales incluso... Estas y otras tantas situaciones están recogidas en un reciente estudio realizado en Derry por la asociación Cúnamh, que ha analizado el origen, el desarrollo y las consecuencias de la «protesta de la manta» y la huelga de higiene.

Llegamos a la recepción de Long Kesh. Nos dijeron aquí tenéis el uniforme. ‘No me lo voy a poner, me uno a la protesta de la manta’, les dije. ‘Ya lo veremos’, contestaron. Estabámos desnudos frente a ellos sinponernos el uniforme. Inmediatamente, fui golpeado en la cabeza y en el cuerpo con el palo de una fregona de hierro. Esa fue mi introducción».

«Nos hicieron quitar la ropa, fue muy humillante. En la admisión, había diez funcionarios de pie alrededor mío mientras me desnudaba. Era intimidante. Tenían 17 años, pero sabías que en esa misma sala había un guardia más mayor que se limitaría a ver. Daba miedo. Les dije que no me pondría el uniforme de la prisión. Empezaron los tortazos y humillaciones. Me llevaron a bañarme, peroellos se quedaron ahí mirándome y riéndose».

Ambos testimonios corresponden a dos ex presos republicanos irlandeses que tan pronto como fueron encarcelados en Long Kesh se sumaron a sus compañeros, mejor conocidos como «los hombres de la manta», para negarse a vestir «el uniforme criminal» que, desde el 1 de marzo de 1976, el Gobierno británico se empeñó en imponerles con el fin de presentarlos ante el mundo como delincuentes. De golpe y porrazo, Londres suprimía la categoría «especial» para los presos, su estatus político.

Estos dos testimonios también forman parte de un reciente estudio piloto elaborado en Derry por la asociación Cúnamh, que ha analizado el impacto físico y sicológico que la «protesta de la manta» y la posterior huelga de higiene tuvo en los reclusos. Para su elaboración han entrevistado a 21 ex prisioneros que cuando emprendieron la protesta de la manta eran jóvenes de entre 16 y 25 años. Ahora tienen una media de 48 años.

Sus respuestas reflejan la crudeza de esta cárcel, cerrada en el año 2000 como parte del proceso de paz irlandés. Subrayan que las palizas y el trato vejatorio eran el pan de cada día. En esa situación, decidieron aumentar la intensidad de la protesta hasta el extremo de negarse a salir de sus celdas y a lavarse. Empezaron además a esparcir los excrementos por las paredes. No sólo renunciaron a su higiene, sino que algunos pasaron años sin recibir visita alguna porque se negaban a ponerse el uniforme, requisito obligatorio para ir al locutorio. Esta protesta trajo nuevos métodos represivos, entre ellos los baños forzados y el traslado a otras alas del bloque para proceder a desinfectar las celdas. Era, sin duda, un momento de gran estrés para los presos. Los entrevistados coinciden en denunciar la implicación del personal médico.

«Recuerdo la primera vez que me obligaron a lavarme. Entró el doctor, vestía botas de agua. Me dijo que iban a bañarme. Yo seguí de pie mirando por la ventana. Una o dos horas después, entraron los guardias, que me arrastraron por todo el ala del bloque. Creo que ésa fue la última vez que vi a Bobby Sands. El iba a una visita y me preguntó adónde me llevaban. Le contesté que se trataba de un baño forzoso».

«Me metieron en una furgoneta y, entre gritos de ‘sucio bastardo’, me ordenaron sentarme en el suelo. No dejaron de darme patadas. Luego, me agarraron de los brazos y piernas, arrojándome a una bañera. Tenían algo parecido a un estropajo que me pasaron por todo el cuerpo, incluyendo por mis partes. Después, vinieron con agua fría mezclada con detergente o algo similar, apenas podía respirar. Todo esto ocurrió delante del médico. También me cortaron el pelo dibujando cruces y ceros en mi cabeza. Entre tanto, no paraban de darme tortazos». Este relato es sólo un ejemplo de las vulneraciones que recrean las páginas de este amplio estudio.

La necesidad de contar al exterior lo que estaba ocurriendo en los Bloques H y de dar a conocer el porqué de su lucha hizo que decidieran vestir el uniforme única y exclusivamente para recibir la visita de sus familiares. Se las ingeniaban para mantener la comunicación y sacar sus mensajes al exterior. En ocasiones, escondían en sus rectos pequeñas radios de cristal, cigarrillos, papel de tabaco o bolígrafos. Pero los guardias de Long Kesh introdujeron una nueva «técnica»:explorar el ano de los presos. Para ello, les obligaban a sentarse de cuclillas sobre un espejo.

¿Qué consecuencias físicas y sicológicas dejó todo ello? Sorprendentemente, los problemas médicos durante la protesta no fueron muchos, según el estudio. En su mayoría respondían a catarros y gripes ­recordemos que desde 1976 hasta marzo de 1981 estuvieron desnudos con mantas­, cortes, moratones, migrañas, disentería o problemas de espalda.

Sin embargo, hoy en día, el 52% de los entrevistados padece artritis, un porcentaje superior a lo que cabe esperar en la población general. En Gran Bretaña es del 15% y en Estados Unidos del 13,6%; además, esta enfermedad suele afectar a personas de más edad.

Ello puede estar relacionado con los largos años aguantando el frío y viviendo sobre el suelo. Problemas con la vista, el estómago, la espalda y las úlceras también son frecuentes.

En el plano sicológico, los episodios depresivos y sicóticos o las alucinaciones fueron frecuentes a causa del extremo estrés al estaban sometidos, la privación del sueño o la falta de azúcar en la sangre. Una vez libre, la dificultad para conciliar el sueño, la hipervigilancia o la ansiedad se repiten en muchos ex presos. Pero miran al futuro con optimismo. Y es que aquella lucha dejó otra secuela, esta vez positiva: la constatación de la fuerza del movimiento republicano. -

DERRY


 
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