El Partido Laborista británico parece, una vez más, inmerso en una profunda crisis. En nuestra edición de ayer dábamos cuenta del ultimátum lanzado por unos cincuenta diputados laboristas a Tony Blair para que presente antes de julio un calendario para el traspaso del poder. Además, al menos otros 104 parlamentarios han afirmado estar dispuestos a firmar un texto que pediría a Blair retirarse de Downing Street en el plazo de un año. El nuevo desafío, alentado de forma directa o indirecta por Gordon Brown, actual ministro del Tesoro y teórico sucesor de Blair al frente del laborismo, refuerza la idea de una escisión de facto en el partido gobernante en Gran Bretaña. Los aliados del actual jefe del Gobierno hablan directamente de complot destinado a derrocar a Tony Blair, y éste, en una conferencia de prensa convocada para apuntalar su contraofensiva, rechazaba toda posibilidad de renuncia anticipada del poder y reiteraba su disposición a luchar hasta el final. El hombre que ha llevado al Partido Laborista a tres victorias consecutivas en las urnas, la última hace únicamente un año, es un enemigo político formidable y Brown parece siempre demasiado dubitativo, con lo que se augura una batalla dura y, a día de hoy, incierta.

A favor del cambio tranquilo que desea Gordon Brown están los escándalos que, periódicamente, salpican al partido y al propioBlair, desde las mentiras que llevaron a la invasión de Irak a la supuesta oferta de títulos nobiliarios a los multimillonarios benefactores del Partido Laborista.

En su contra está, sobre todo, que Blair ganó claramente los comicios hace tan sólo un año. Blair puede ser un contrincante despiadado y, tras el enorme varapalo sufrido en las municipales inglesas, ha movido ficha sin demora, arrojando al fuego a los ministros menos leales, como Jack Straw y Charles Clarke, ministros de Exteriores y de Interior respectivamente, y colocando en su lugar a Margaret Beckett y John Reid, con los que Blair espera amansar a la izquierda del laborismo (gracias a Beckett) y enfrentarse a Brown (con Reid).

Además, el laborismo tiene otro gran problema que ya no puede obviar tras las municipales, y éste es David Cameron, el nuevo líder conservador.

Pero, por encima de la pugna interna por el poder, lo más grave sigue siendo la constante deriva hacia la derecha del Partido Laborista dirigido por Blair, y su ofensiva contra las libertades civiles. -