«Sabe usted más francés del que se imagina» afirma un anuncio publicitario, tras lo cual enumera un sinfín de galicismos entre los que se encuentra complot, del francés complot, sustantivo sustancial en la política gala por lo menos desde la época en que el rey de Navarra lo fue también de Francia no sin haber abjurado del protestantismo con aquel «París bien vale una misa», después de ver cómo los católicos ensangrentaban sus cuchillos en la noche de San Bartolomé, y antes de caer muerto, años después, víctima de un complot orquestado al parecer por los servicios secretos pontificios. Dicen que la Grande Histoire de la France comienza con el reinado de Henri IV, III para los navarros. La historia de las conjuras, también.
Claro que el complot no es un invento francés, que haciendo un uso laxo de la moviola nos faltaría Historia para retroceder hasta el origen de la conspiración, que seguro que la conjura es el primer instrumento que fabricó el homo habilis. Pero es que el acento francés le ha dado al complot un carácter inequívoco, una denominación de origen que se ha ido refinando con el tránsito de los siglos, las guerras, las revoluciones y las guillotinas.
El complot ha pasado de intriga palaciega a argumento de la vida social de toda una ciudadanía. Sólo en París podía haber muerto una princesa británica víctima de una conjura que aún no termina de desvelarse y que posiblemente no se desvele nunca, porque lo mejor de las conspiraciones es que jamás se averigüe qué de cierto hay en todo ello.
Sólo en Francia pudo urdirse un complot entre los miembros de un mismo gobierno para hundir a un oponente de su mismo bando. La voz Clearstream resuena en todos lados como el eco en el interior de un palacio. Los dedos acusadores de la opinión pública buscan al presidente de la República y a su delfín Dominique de Villepin, mientras éstos niegan haber querido en- mierdar a Nicolas Sarkozy, portador del estigma del traidor desde que el actual ministro del Interior se la pegara a Chirac con Balladur.
Pero esto no quedará aquí. Seguro que alguien aparecerá afirmando que todo es un montaje de Sarkozy para hacer creer a la opinión pública que Chirac y de Villepin conspiraban contra él. Y hablando de Sarkozy, ahí va otro galicismo, control, del francés contrôle. Sabe usted más francés del que se imagina. Ah, la FranceŠ patria de las libertades. -