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Gara > Idatzia > Kultura 2006-05-09
Sin castillos enNafarroa «no ai ombre que alçe la cabeza»
En el proceso de ocupación del Reino de Navarra los más de cien castillos que defendían el reino fueron destruidos por orden del cardenal Cisneros y la labor del coronel Villalba. Hoy en día sólo quedan en pie cuatro de aquellas fortificaciones, pero gracias a la labor de Iñaki Sagredo y Pamiela ahora por lo menos sobemos algo más sobre aquellas construcciones.

Navarra está tan baxa de fantasía después que vuestra señoría reverendísima mandó derrocar los muros, que no ay ombre que alçe la cabeza». Así es como el coronel Villalba, el encargado de demoler los más de cien castillos que tenía el Reino de Navarra por orden del cardenal Cisneros, describía el panorama de Nafarroa tras realizar el encargo.

Villalba realizó bien su trabajo y muestra de ello es que hoy en día sólo sobreviven cuatro de todos los castillos construidos para defender el territorio de los ataques enemigos. Aunque ahora, casi quinientos años después y gracias aIñaki Sagredo y Pamiela, podemos conocer algo más sobre aquellas fortificaciones en el primer tomo de “Navarra. Castillos que defendieron el Reino” de título “De Laguardia a Foix, y del Moncayo al Goierri”. Y es que para Sagredo «no fueron simples edificios lo que derrumbaron, sino parte de la conciencia de un pueblo».

Los cuatro castillos que quedan en pie hoy en día son el de Javier, reconstruido sí, pero más que nada de cara al turismo por lo que «poco o nada de semejanza tiene con las viejas fortalezas medievales del Reino de Navarra», según explica en el libro el autor, el de Olite; el castillo de Marcilla y la antigua fortaleza de San Esteban de Deyo, hoy Monjardín. Hay que recordar que Navarra hasta su conquista en 1512 estaba plagada de fortalezas que entonces defendían el reino y ahora son el recuerdo de lo que una vez fue. Algo que a Cisneros y a Villalba no hacía ninguna gracia.

Durante ocho años el autor ha visitado uno por uno los puntos donde hubo alguna fortaleza para recuperar así «la vergüenza del olvido de una Navarra conquistada, que gracias a estas defensas y a quienes lucharon en ellas, algunos disfrutan a su costa de las prebendas correspondientes». En el libro Sagredo utiliza dibujos, fotografías aéreas a color y planos, para recuperar del olvido una veintena de castillos y además, ha “corregido” a autores que habían ubicado mal algunos castillos. En algunos de los casos no queda más que el recuerdo de lo que una vez hubo, por lo que ha tenido que hacer un gran esfuerzo y fijarse en las piedras labradas o la escasa vegetación en algunos puntos «que advertían su existencia».Claro que el trabajo documental ha sido determinante en todo este proyecto. Así ha utilizado de trabajos de Julio Altadill o Juan José Martiena, documentos medievales o cualquier tipo de indicio, como el dato toponímico del lugar donde estaban asentados los castillos.

Impedir una reBelion

Pero ¿cuáles eran los principales objetivos que perseguían al destruir los castillos?

Según el escritor, «primero querían impedir que su habitantes pudieran rebelarse contra la invasión al eliminar la posibilidad de contar con ellos para plantear una defensa, intimidar a los habitantes y herirles gravemente en su orgullo, crear desconfianza y desunión entre los navarros al mantener un cierto número de castillos señoriales en pie y, por último, concentrar el grueso de las fuerzas de Castilla en Iruñea, Tutera, Zangoza, Lizarra y Olite, cabezas de merindad, y evitar de forma permanente un ejército numeroso».

Sagredo también explica en el trabajo que la destrucción de los castillos tuvo varias fases. En un primer momento, en 1512, el cardenal Cisneros mandó destruir los castillos de Sancho Abarca, Mélida, Leguín, Kaseda, Gazteluberri, Cábrega, Xabier, San Martín, Oro, Murillo, Belmerchés enLizarra, Ozcorroz, Aixita, Arguedas, Peña, Uxue, Eslaba, Petilla, Azamez y Santakara. En 1516 Cisneros volvió a las andadas y, animado por la insistencia del coronel Villalba, derribaron los recintos amurallados de todas la villas. Así, las Cortes de Navarra empezaron a protestar y mostraron su disconformidad total con las órdenes castellanas. Según explica el autor, en 1518 aún quedaban en pie, pese a los ataques, las fortalezas de Iruñea, Lizarra, Tutera, Zangoza, Donibane Garazi, Tafalla, Burgi, Amaiur, El Peñón, Irunberri, Elo, Milagro, Cábrega, Viana y Ozcórroz. Aunque más tarde, en 1519, también derribaron las fortalezas de Burgi y Zangoza. Por último en 1521 Carlos V decretó más demoliciones, ya que los castellanos tenían miedo a que los navarros pudieran hacerles frente. Por ello cayeron los castillos de Tutera, Tafalla, Elo, Miranda, Milagro, Ozcórroz, Amaiur y los monasterios de Santa Eulalia y San Francisco de Pamplona. La fortaleza de Lizarra fue derruida en 1572. -

IRUÑEA



Testimonio de «nuestra memoria»
Txema Aranaz, el editor de Pamiela, aclaró que con este trabajo pretenden recoger el «testimonio de nuestra memoria». Es por ello que a lo largo de 448 páginas con 1.200 ilustraciones a color y fotografías aéreas inéditas realizadas por el propio autor, Iñaki Sagredo, en un autogiro, el lector podrá viajar a la época en la que Nafarroa, uno de los países más antiguos de Europa, fue independiente y tuvo grandes fortalezas para defenderse de los ataques.


 
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