Aunque tras la coreografía de ‘‘Alas’’ se reconoce la mano inconfundible de Duato, con su expresividad un tanto tortuosa y su formalismo corporal inimitable, en esta historia existencial de ángeles y demonios encontramos también un trasfondo amargo, oscuro y desesperanzado sin parangón en la producción anterior del coreógrafo, no digamos ya en sus creaciones más frívolas. La primera colaboración entre Duato y el director teatral Tomaz Pandur, en lo que ellos denominan «la búsqueda de un nuevo vocabulario a través de una verdadera fusión de disciplinas, más allá del teatro-danza ni danza-teatro», ha germinado en un espectáculo que le hace a uno interrogarse sobre esos temas que nos asustan y en los que preferimos no pensar más de la cuenta. Uno se despide de ‘‘Alas’’ con mal cuerpo, pero quizá un poco más sabio.

La música de ‘‘Alas’’ es a menudo estridente, y sus pasajes más optimistas rayan como mucho en la melancolía. Sobre esta base oscura Duato dibuja figuras aún más oscuras, hasta que en la escena final el negro insondable del agua invade el escenario y los bailarines agonizan sobre ella como peces en un río seco. La propuesta es tremendamente arriesgada, pero los magníficos bailarines de su compañía logran expresar la soledad, tema capital en ‘‘Alas’’, por medio, precisamente, del formato que, por tradición, menos se adapta a este fin: el paso a dos, del que abusa la coreografía desde el principio hasta el final. Duato es, como no, la estrella central, aunque reserva los mayores esfuerzos sólo para el final. Es normal, son ya muchos años anunciando que se retira. Mejor no haberlo hecho, porque su actuación, tanto en el baile como en el recitado de los textos es, como siempre, impecable. -

Mikel CHAMIZO