La lectura de la información internacional en la prensa de los últimos días no es muy alentadora, más bien produce náuseas. La caza humana en Irak y la exhibición como trofeo recién cobrado del cuerpo de Al Zarqawi, cosido a tiros, reproducida en todas las portadas de la prensa occidental, es un salto hacia delante en la falta de respeto a las reglas de la guerra, circunstancia agravada por el factor inicial de tratarse de una guerra de invasión, injusta, ilegal y sin más motivos que la justifiquen que los intereses económicos de los Estados Unidos en torno al petróleo persa, o al menos eso se pensaba hasta ahora. Pero parece que en ese terreno se están jugando, también, las elecciones norteamericanas, tal como se deduce del viaje de Bush a aquel país, que, según muchos comentaristas, tiene por objeto remontar la maltrecha imagen pública del aún presidente, que trata de cobrar los réditos electorales que la captura del supuesto líder de Al Qaeda puede reportarle entre la parroquia. Repugna a cualquier conciencia la utilización como herramienta electoral de la caza del hombre, máxime cuando va acompañada de la muerte de civiles ajenos al conflicto y, más aún cuando lo hacen aquellos que acusan a los demás de que colocan cadáveres sobre la mesa en cualquier elección o negociación. Pero es que son así. La desfachatez de estas gentes llega a extremos tales como hablar de un complot orquestado contra ellos, cuando la desesperación lleva al suicidio a tres presos de Guantánamo. Bush dice que quiere cerrar ese centro ilegal del horror, pero el pobre no sabe qué hacer con los presos, que son gente muy peligrosa, aunque después de años de secuestro ilegal no sólo no se les ha juzgado, sino que ni siquiera se les ha informado de la acusación. Mientras, oímos la canción del marine matarife. No están mejor las cosas en Palestina, donde los israelitas, tras bombardear una playa desde un barco de guerra acabando con una familia de inocentes, cuentan a la opinión pública que las muertes se han producido por la explosión de minas enterradas en la playa por sus enemigos. Me recuerda a lo que nos contaban en la mili sobre Gernika, víctima, decían, del fuego rojo-separatista. Todos los días muertes selectivas o indiscriminadas, y Europa y todos los demás mirando hacia otro lado ante la presencia del paraguas protector del Tío Sam. Más cerca de nosotros, los obispos españoles van a reunirse para tratar de la unidad de España, que creen en peligro. ¡Y usted que lo vea!, que diría mi abuela. Por su lado, Zapatero dice que quiere iniciar los contactos con ETA este verano. Le propongo una diligencia previa: que el Fiscal retire la acusación en el sumario 18/98 y en todos sus subproductos y acabemos de una vez con este esperpento cada vez más sin sentido. -